[The Passing of the Third Floor Back]. Narración de Jerome Klapka Jerome (1895-1927), que luego le sirvió, en 1907, para escribir el drama del mismo nombre.
En una pensión londinense se presenta, un buen día, un desconocido que se instala en una habitación del tercer piso, que da al patio. Es un ser extraño cuya espalda encorvada de viejo contrasta extrañamente con un rostro de niño y cuya indumentaria hace pensar en el «arca de Noé y en cosas por el estilo»; hay en él algo de misterioso que impulsa a la dueña de la pensión, la ambiciosa y huraña señora Pennycherry, a portarse de una manera insólitamente amable y generosa. El mismo efecto produce el extranjero sobre los demás huéspedes de la pensión: todos ellos, al mirar sus ojos claros y confiados, se sienten avergonzados de su propia mezquindad e impulsados a ocultar sus debilidades; Miss Kite, que a sus treinta y nueve años se obstina en parecer joven tiñéndose el pelo y embadurnándose el rostro, se siente impulsada a confesar espontáneamente su edad y a mostrarse como es realmente; una señora que siempre se vanagloriaba de su parentesco con un baronet, comprende que no es más que una vulgar «snob» y se declara viuda de un pobre médico de provincia; dos hombres de negocios poco escrupulosos sienten la necesidad de merecer, aun a costa de algún perjuicio pecuniario, «el respeto de los hombres honrados»; el coronel Devine y su esposa cesan de pelearse continuamente para tratarse con mutua cortesía y ternura; y su hija, la graciosa Miss Devine, dispuesta a casarse con «un viejo algo repelente pero extraordinariamente rico e indudablemente enamorado», decide obedecer a su «yo mejor» casándose con el muchacho pobre a quien ama y por el cual es amada.
El extranjero llegó con la idea preconcebida de que los huéspedes de la pensión, aparentemente mezquinos, banales y groseros, eran, por lo contrario, en realidad, damas y caballeros de primera categoría; y el tiempo y la observación parecen reafirmar esta convicción suya; la natural conclusión es que aquéllos ponen todo su empeño en modelarse sobre la opinión que el forastero tiene de ellos. Llevada a cabo su obra, el misterioso personaje se aleja, y «la puerta se cierra dulcemente detrás de él». La delicada fusión de ironía y sentimiento que con gran soltura se manifiesta en los términos de un eficaz simbolismo, hacen de esta obra una de las mejores del popular humorista. Puede verse en ella cierto parecido de tema con Pipa pasa (v.), de E. Browning; mientras que por otra parte el estudio de la oposición entre el ser y el parecer de los personajes puede hacer pensar en Pirandello.
A. P. Marchesini