El Hombre que Ríe, Víctor Hugo

[L’homme qui rit]. Novela de Víctor Hugo (1802-1885), publicada en 1869. Escrita durante el últi­mo periodo de su destierro en Bruselas, esta obra experimenta, como Los Miserables (v.), el influjo de aquellos intentos sociales que habían hecho de Víctor Hugo un hombre político, y la pasión se muestra a .menudo ingenua y siempre ardiente, en estas pági­nas densas de clima. El Hombre que ríe es quizás la más personal de las novelas de Hugo; aquella en que la fórmula caracte­rística de la antítesis es puesta más clara­mente al servicio de una ideología: un sal­timbanqui filósofo, un monstruo de alma luminosa, una huérfana ciega de superior pureza, una duquesa pervertida, constituyen sus motivos fundamentales; la novela se desenvuelve en Inglaterra, en tiempo de la reina Ana.

Un extraño tipo de vagabundo, Ursus (v.), misántropo y, con todo, de gran corazón, que vaga con su carro en compa­ñía de un oso, Homo, halla dos muchachos abandonados, el uno deformado por los «compraniños» que le han grabado en el rostro una máscara de perpetua risa, la otra ciega. Ursus los recoge y, transcurridos unos años, forma con ellos una especie de com­pañía de pantomimas: el joven Gwynplaine (v.), con su monstruosa cara, se hace pronto popular; la muchacha, Dea (v.), es su alegre compañera de escena, y los dos se aman profundamente. Pero en Londres Gwynplai­ne es reconocido por el barón Clancharlie, como un par de Inglaterra, que había sido raptado, y es rehabilitado con títulos y de­rechos; Ursus, que lo cree muerto, en vano intenta ocultar a Dea su ausencia. Cuando entra en la Cámara de los Lores, Gwynplaine intenta hacerse defensor de aquel mundo miserable que lo había acogido y entre el cual se ha desarrollado su vida: habla con ingenua pasión, se conmueve, y al final de su largo e impetuoso discurso, el llanto se apodera de él. No se acuerda de su rostro contrahecho; pero los lores ven deformarse aquel llanto en una carca­jada espasmódica que se les impone: toda la cámara se ríe a carcajadas.

Desalentado, horrorizado por el amor de la duquesa Josiana (Josiane), morbosamente exaltada a causa de su misma monstruosidad, huye y se une a Ursus y Dea en el barco que los transporta; pero ya es demasiado tarde para salvar a Dea, que expira en sus brazos que­brantada por la supuesta muerte de él, y Gwynplaine se arroja al mar y se ahoga. Es poderosa en esta novela la evocación de una vieja Inglaterra en los comienzos del siglo XVIII de la brutalidad popular que estalla bajo el barniz de un orgulloso refinamiento, y el fuerte claroscuro, las formas góticas que vienen a constituir aquella at­mósfera, se le adaptan con mayor verdad que a las numerosas evocaciones de una Edad Media tardía, bullanguera y burguesa. La vitalidad de esta obra reside en esta escenografía violenta, demasiado violenta para acoger tesis sociales y dar profundidad al propio drama de los personajes, lo único que los habría convertido en seres reales.

U. Déttore

El don de crear seres humanos le falta a ese genio. Si hubiese poseído tal don hu­biera Superado a Shakespeare. (Fláubert)

Álbum de litografías épicas y pánicas, en mi opinión su obra maestra. (P. Claudel)

En el Hombre que ríe la pesadilla se re­vela como el espantoso encuentro del espí­ritu humano con las larvas sepulcrales de lo desconocido. (A. Beguin)

*     De esta novela fue sacado un libreto para una ópera en tres actos, con música de Arrigo Pedrollo (n. 1878), estrenada en Roma en 1920.