[L’homme machine]. Obra del médico y filósofo francés Julien Offray de La Mettrie (1709-1751), publicada en 1748. Es la más famosa de sus obras, pues su materialismo es aquí afirmado con audacia y a veces licenciosamente.
Para este autor, la filosofía no ha probado ni probará nunca de modo seguro que exista un alma, en el sentido espiritual de la palabra, ni lo puede probar la revelación, porque si la naturaleza es muda, también su Dios lo es; y la razón nos ha sido concedida, además, para explicar la revelación y acordarla con la naturaleza. «Los sentidos son mis filósofos»; «sin sensaciones no hay ideas». Ahora bien, los sentidos y la experiencia nos dicen que las funciones del alma dependen del temperamento, del ambiente, de la nutrición, de las enfermedades; las perturbaciones mentales están en función de las orgánicas. «Hubiera bastado una cosa muy insignificante, una fibrilla para volver idiotas a un Erasmo, a un Fontenelle». El pensamiento depende, por lo tanto, estrictamente, de la materia; en el universo no hay más que una sustancia diversamente modificada, y el hombre es una máquina. El alma es sólo un principio de movimiento, o una parte natural invisible del cerebro, que es el resorte principal de la máquina, los demás resortes de la cual son emanación. Con esto no decimos que el alma humana perezca enteramente, porque de esto no sabemos absolutamente nada. Con todo, La Mettrie no afirma que la materia sea la única realidad del universo: el suyo es un materialismo antropológico. En cuanto a la existencia de un Ser Supremo, lo admite como probable, aun negando valor a las pruebas tradicionales del primer motor y de las causas finales.
Por lo demás, de la existencia de Dios no se podría deducir la necesidad de un culto, ni su negación implica la de la moral. «El universo no será nunca feliz hasta que sea ateo. Sólo entonces la naturaleza, hasta hoy inficionada del veneno sacro, recuperará sus derechos». La moral de La Mettrie es un epicureismo no refinado. La naturaleza nos ha creado sólo para ser felices, y la felicidad reposa sobre el sentimiento de los placeres, a los que considera de carácter sensual. No existen ni el bien ni el mal de modo absoluto, sino solamente interés público o privado. Al contrario de Hobbes, La Mettrie no atribuye al Estado el derecho a determinar el bien, sino que se remite para ello al individuo. Con todo, el Estado puede conducir a los individuos a servir el interés común, con un sistema de castigos y premios. El hombre máquina obtuvo un «éxito de escándalo» enorme, especialmente en alemania, donde se publicaron muchas refutaciones de ese libro ya al año siguiente de su publicación. En realidad, se trata de una obra de mera vulgarización que carece de originalidad y extiende al hombre el automatismo atribuido por Descartes a los animales, exagera el empirismo lockiano, resucita el hedonismo de Epicuro y resulta ser más un centón que un tratado. La desenvoltura y la ligereza con que trata los datos fundamentales de experiencia interior, ética y religiosa, son sus notas dominantes; la coherencia, la sinceridad y la cruda franqueza constituyen su mérito principal.
. G. Pioli