El Hierro, Gabriele D’Annunzio

[Il ferro]. Drama en tres actos y en prosa de Gabriele D’Annunzio (1863-1938). Ya había aparecido, con unos pocos cambios, en francés con el título La Madreselva (v.); en 1914, la obra, en ver­sión italiana, fue representada simultánea­mente en Roma, Milán, Turín, y publicada en el mismo año. Obra fatigosa, en la que vuelven a presentarse los temas, los per­sonajes y la trama de las obras anteriores.

Hay un superhombre, Gherardo Ismera, que, como el Corrado Brando (v.) del Más que el amor (v.), no teme llevar a cabo un crimen, más allá de la común idea del Bien y del Mal, ayudando a morir al ma­rido, incurablemente enfermo, de la mujer amada, Costanza, quien con este fin le ha­bía pedido su ayuda; y al igual que la Gigliola de La Antorcha bajo el celemín (v.), Mortella, hija del muerto, es impla­cable en el presentimiento del crimen y en la invocación de la venganza, mientras que, como Vana en Quizá sí, quizá no (v.), al mismo tiempo la trastorna y la atormen­ta un desesperado e imposible amor por el asesino de su padre, que ha llegado a convertirse en marido de su madre; y como Gigliola y como Vana, implacable, descubre la nueva relación entre aquél y la mujer de su hermano. Denunciado el hecho a su madre, es ésta quien mata a su marido, pero será Mortella, a la que falla al fin (como a Gigliola) la preparada venganza, quien carga con la culpa.

En el drama hallamos también ecos del Hamlet (v.) de Shakespeare y de la Orestíada (v.) de Esquilo; y, finalmente (por la manera de realizarse el primer homicidio), de La Vida comienza mañana (v.) de Da Verona. Pero más lógico es considerar que también en este drama, aunque conducido con excesivo cuidado, la trama y los per­sonajes siguen el esfuerzo empezado en Fedra (v.) y en Quizá sí, quizá no, el es­fuerzo de suscitar lo invisible tras las co­sas visibles, y silencios, sombras, secretos, tras las palabras. El personaje de la Rondine (Golondrina), que se remonta direc­tamente a la Sirenetta (v.) de la Gioconda (v.) nace por completo en este orden de motivos, y no es un personaje creado como eje de la acción, sino para airear la acción con emocionadas pausas; la versión fran­cesa, más que la italiana, obedece a la poética preocupación por las cadencias mar­ginales. Pero también en la versión fran­cesa, en comparación a la fabulosa libertad de La Pisanella (v.), había la preocupación de la tragedia tradicional, que se acentúa en la versión italiana con una mayor sentenciosidad y aridez en el estilo.

E. De Michelis