El Gran Ciro, Madeleine de Scudéry

[Artamène ou Le Grand Cyrus]. Novela de la escritora Madeleine de Scudéry, intitulada también Artamène (1607-1701), publicada en 10 volúmenes en­tre 1649 y 1653, al principio bajo el nombre de su hermano, Georges. Es una vasta obra cuyo éxito se debe a su carácter novelesco y sentimental, ya que, bajo la apariencia de la epopeya, pinta la socie­dad contemporánea y las galanterías del Hotel de Rambouillet, con actitudes delica­das y melindrosas.

En la antigua Persia, la ciudad de Sinope, capital de Capadocia, ha ofendido la majestad del rey Ciaxares: es preciso domarla y castigar duramente a sus moradores. El valiente Artamène acu­de al frente de las tropas; sin embargo, su primera tentativa es la de salvar de un in­cendio que estalla en Sinope a su amada Mandane, hija del rey. Había sido raptada por el príncipe de un pueblo vecino, y se hallaba de paso en la ciudad. Artamèfie se entera de ello por un rival, a quien libera a fin de luchar contra el raptor de la muchacha, el príncipe Mazaro. Ciaxares, cre­yendo que Artamène le ha hecho traición, lo manda prender; pero sus confidentes le revelan su verdadera personalidad: él es Ciro, hijo de Cambises, rey de los persas, huido con el nombre de Artamène para evitar la muerte que le prepara Astiages, rey de los medas. Artamène combate con ardor, pero no para extender su gloria sobre todos los pueblos o por la ilusión de un gran imperio: lucha para alcanzar a Mandane, la cual, en cambio, huye conti­nuamente de él. En el héroe se dibuja de esta manera al galán del siglo XVII, sus­pirante pero fuerte, lleno de vida y, sin embargo, sentimental y melancólico. La novela, que retrata a muchos personajes de la época — entre ellos Julie d’Angennes y al Gran Condé bajo las figuras de Filónides y de Artamène —, es representativa del gusto del siglo y del tono entonces de moda, en­tre arcaico y heroico; sin embargo, por los excesivos melindres y prolijidades descrip­tivas bien mereció, desde su publicación, el desdén de los jansenistas y la sátira de Boileau.

C. Cordié

Mlle. de Scudéry carecía por completo de imaginación realista y de inventiva. (Sainte-Beuve )