[Il berretto a sonagli]. Comedia en dos actos de Luigi Pirandello (1867-1936), representada en 1917. Es uno de los ejemplos más evidentes de la casuística pirandelliana, en cuanto denuncia el convencionalismo de la vida social; y la rebelión contra la codificación de las costumbres se termina, más declaradamente que en otras obras, con amarga e intelectualísima inercia. Recoge un antiguo tema, muy conocido en las farsas de todas épocas y en las comedias realistas del siglo XIX: el tema de la fidelidad conyugal traicionada y de los celos; pero el comediógrafo lo razona como si lo discutiera por primera vez, consiguiendo, con su examen sutil, insistente e incluso tenaz, no dejarse distraer de la lógica externa del discurso, hasta alcanzar un candor sistemático: de modo que, por encima del tema del adulterio, por encima de la zona gris del realismo costumbrista, aparece la invencible piedad del poeta por las desgracias humanas.
Cuando le dicen a la señora Beatrice Fiorica que su marido la traiciona con la joven esposa de Ciampa, el escribano, ella arde en furiosos celos y quiere sorprender a los amantes. Con un pretexto aleja a Ciampa, quien, antes de marchar, le encomienda su mujer y le confía las llaves de su casa. Beatrice cree que Ciampa, con su gesto, quiere facilitar la venganza; por otra parte, no se preocupa demasiado; furiosa, se aprovecha de la ocasión y denuncia el hecho a la policía, entregando las llaves de la casa de Ciampa, para que puedan sorprender a los infieles. El adulterio no se comprueba (evidentemente el comediógrafo se retrae, en este momento, de los procedimientos fáciles de la farsa, cuando parecía volver a convertirse en comedia), pero el escándalo se produce igualmente: detenido el marido, hecha burla de la mujer infiel, Ciampa vuelve protestando de la traición, la de la señora Fiorica, que lo sume en el ridículo. Desde hace tiempo sabía que su mujer le era infiel, pero no podía ser de otro modo, siendo él viejo y feo y ella joven y hermosa; su vida, a los ojos de los demás (y ésos son los que cuentan, para dichas criaturas sensibles al «tabú» social, criaturas idólatras y supersticiosas), era clara y limpia, construida por él con fatigas, como se construye el títere, el «muñeco» de uno: ahora, por el capricho de una mujer soberbia, la gente pisotea y destroza su muñeco.
Sólo le queda la acción, pues los personajes pirandellianos no hacen nada sin «los demás», todo lo hacen a causa de los demás: matar a la mujer y al amante; o bien, si, como se dice, la señora está loca, que la encierren en un manicomio y que no se hable más. Por otra parte, es fácil parecer loco, basta con decir abiertamente lo que para nosotros es la verdad. Con el grito de la locura, pero sofocado y decepcionado, termina la trágica y burlesca «moralidad», donde los personajes se defienden del asalto de los fantasmas frívolos e implacables, oponiéndoles las máscaras de sí mismos: cada cual en defensa del propio egoísmo social; todos juntos, para conservación de una costumbre vacía, donde sólo «es» lo que parece ser; y por la respetabilidad social se lucha a muerte, en frenética adhesión al mundo.
G. Guerrieri