El Cabo de las Tormentas, Pío Baroja

Nove­la de Pío Baroja (1872-1956). El nexo que liga esta novela con La familia de Errotacho son las gentes de este linaje que vuelven a salir ante nosotros. A Margot la habíamos conocido, en la narración con que se abre la trilogía, en casa del doctor Arizmendi de Pamplona. Allí supimos cuán silenciosamen­te la amó el médico, cuánta generosidad tuvo para con la muchacha y cómo ésta se liberó de su humilde condición de sir­viente. La búsqueda de Bautista Larreche (o Errotacho) centra el comienzo de El cabo de las tormentas, segunda novela de la tri­logía «La selva oscura». Cuatro partes in­dependientes forman esta narración; en la primera, conocemos el levantamiento de Fermín Galán en Jaca y sus inmediatas con­secuencias. Dramáticas son las páginas en las que se cuentan las luchas callejeras, pero ni ellas, ni las otras más apagadas — como el final grotesco de una aventura sin grandeza — del encuentro de Cillas, pueden parangonarse con las dedicadas a la intentona de Vera: tal vez el carácter de los dos conatos, sus gentes, sus motivos, su am­biente, condicionan la grandeza de los he­chos, mucho más que la personal inclina­ción del autor. De esta primera parte, que­dan (a parte digresiones sobre el héroe, so­bre el militar o un argumento apenas condi­cionado por Bautista Errotacho) unos her­mosos paisajes urbanos de Jaca, que hacen pensar en los colores suaves y difusos de una acuarela.

La segunda parte — o segun­do libro — es la historia de El Negre, anar­quista de acción, en cuya cuenta van car­gados asaltos y asesinatos, pero sensible a la desgracia de un niño. La «crónica» que determina toda esta narración es el asesina­to del cardenal Soldevila, arzobispo de Za­ragoza. En la tercera parte se cuenta el crimen de Beizama, historia no muy de. acuerdo con el resto del libro y, por último, la cuarta parte viene a unir, otra vez, la historia personal de los Errotacho con los acontecimientos políticos. Margot por un azar ha entrado al servicio de unos no­bles. En Madrid ha terminado sus estudios de enfermera y practicante y como tal tra­baja en la casa y en el hospital. La historia de la muchacha es, mucho, historia de un alma primitiva: sus amores van hacia el médico inteligente, aunque el novio sea un estudiante con muchas limitaciones; pero un día, vuelve de América el mozallón que allí en Vera se enamoró de Margot cuando eran todavía niños: con él se casa y hacia un Nuevo Mundo se orienta su vida. Sin embargo, lo más importante es la película que ante los ojos de Margot va pasando el año 1931. En ella pulula una aristocracia sin sentido de responsabilidad, una monar­quía inconsciente, una república que al no­velista sólo suscita ideas de pesimismo y un júbilo callejero de charanga y peroraciones que sugiere mucho de lo que Solana pintó en carnavales agrios y de amargura.

M. Alvar