[Lé Bal du Comte d’Orgel]. Este segundo y último libro del joven Raymond Radiguet (1903-1923), obra postuma editada un año después de su muerte, señala otra etapa en el estilo de este escritor tan prodigiosamente precoz. Mientras que el Diablo en el cuerpo (v.) había tratado el tema de un adolescente absorbido por un amor demasiado grande, con evidentes intenciones antirrománticas y antirretóricas, confiándose tan sólo a los avaros encantos de una «relación» minuciosa y preciosa, aquí intenta sin rodeos la novela de puro análisis: «una novela (como él mismo escribió) en la cual la psicología es ya, por sí sola, novelesca: todo esfuerzo imaginativo se dedica exclusivamente a esto, no a los acontecimientos exteriores, sino al análisis de los sentimientos». Como tal la novela, o mejor dicho la narración, carece en absoluto de argumento. François, joven apacible y refinado, que vive solo con su madre, bastante rico para no verse obligado a dedicarse a ninguna profesión, una noche, en el teatro, conoce casualmente al conde Anne d’Orgel, pintoresco tipo de aristócrata para el cual la vida no consiste más que en servir escrupulosamente y con nobleza a una serie de deberes mundanos.
El excelente anciano le introduce en su ambiente y en su familia. Aquí François conoce a la joven esposa de su nuevo amigo. Pocas miradas bastan para que entre ellos nazca el amor. Amor, sin embargo, combatido por el sentimiento del deber y de la lealtad de estas dos almas. En un baile, los protagonistas se dan cuenta de la profundidad y fatalidad de su pasión y al mismo tiempo adquieren, en su fuero interno, la certeza de que este amor será siempre sacrificado al deber. No pasa absolutamente nada, el drama está totalmente en el fuero interno de los protagonistas y, en el libro de Radiguet, queda minuciosamente analizado y descrito pero no vivido con suficiente intensidad. La deseada pureza de análisis se convierte en aridez y su concesión a la poesía es nula o casi nula. Radiguet ha dejado con este librito, un modelo típico de una de las tendencias características de la novela francesa contemporánea, el «neoclasicismo». [Trad. esp. de L. J. Bertrán (Barcelona, 1941)].
M. Bonfantini
Reproduce, acaso, en la pintura de las pasiones, una medida de las proporciones, que resultaría peligroso perder: nos recuerda la importancia y la grandeza de los sentimientos normales. En resumen, este libro, lleno de castos resplandores, puede hacer menos tímidos a los que creen que hay que seguir una determinada tendencia si se quiere que el análisis interior siga siendo conmovedor y nos lleve todavía a lo sublime. (Riviére)