El Atril, Nicolás Boileau

[Le lutrin]. Poema heroico-cómico en seis cantos de Nicolás Boileau (1636-1711); los primeros cuatro cantos se publicaron en 1674 y los dos últimos en 1683. El cabildo de la Santa Capilla, de Pa­rís, vive en perfecta paz; la Discordia, des­pechada, se aparece en sueños al canónigo tesorero, primer dignatario del cabildo, y le revela que, durante sus largos sueños, el chantre se toma su cargo y su honor. El tesorero, indignado, decide vengarse ha­ciendo colocar un viejo atril ante el sitial del chantre, que queda eclipsado por él. Tres de sus acólitos se disponen a esta empresa nocturna, incitados por la Dis­cordia y contra las vanas protestas de la Molicie. El chantre, advertido también por un sueño, corre a comprobar la afrenta, y despertando no sin fatiga a todo el cabildo, lo incita a la lucha: el atril es derribado. El tesorero recurre a la Justicia, en cuyo palacio interroga ante todo al Litigio, triste sibila que le predice y aconseja la lucha. Mientras baja la escalera, se encuentra con el chantre y los canónigos que le siguen y entre uno y otros se entabla un combate en el que sirven de proyectiles y armas contundentes los volúmenes de la librería de Barbin, que se halla precisamente allí (este episodio da motivo a reanudar la ba­talla contra la mala literatura, iniciada con las Sátiras, v.).

Pone fin a la terrible re­friega el tesorero, bendiciendo a todos los combatientes. La Piedad, conmovida, in­terviene rogando a la Justicia, la cual le aconseja que se dirija al sabio Aristo (Lamoignon, primer presidente del Tribunal), quien arbitra la descomunal contienda: el atril se pondrá en el mismo lugar, en ho­menaje a la voluntad del tesorero, pero luego será quitado. Una disputa que real­mente se produjo en el cabildo de la Santa Capilla a propósito de un atril inspiró a Boileau, quien en su obra no oculta seguir insignes modelos, como la Batracomiomaquia (v.) de Homero y El Cubo robado (v.) de Tassoni, mientras adorna su obra con reminiscencias virgilianas y ariostescas. La trama es escasa y en un atento estu­dio artístico a veces se descubre el esfuer­zo; pero la blanda sátira del ocio canoni­cal, los rasgos realistas y algunos retratos, manifiestan las mejores cualidades del me­diano poeta que fue Boileau. Obra cierta­mente no excelsa, pero a la que su gusto seguro y su mesurada elegancia aseguraron un amplio éxito en el clasicizante si­glo XVIII, con versiones e imitaciones en Italia. (Las colecciones v., de Bettonelli), y en Inglaterra (El rapto del rizo v. de Pope).

V. Lugli

El sueño de Flaubert, a propósito de Ma- dame Bovary, era escribir algo que se tu­viera en pie por sí solo, sin asunto, sin tema, por la pura fuerza del estilo. Boileau quiso hacer, e hizo, con el Atril, algo pa­recido. (Thibaudet)