El Arte Cristiano, Alexis-François Rio

[De Vart chrétien]. Obra del historiador francés Alexis-François Rio (1798-1874), publicada a par­tir de 1836 (segunda edición corregida, en cuatro volúmenes: París, 1861-1867). El li­bro recoge el renovado interés por los tiempos primitivos difundido en las corrien­tes místicas del Romanticismo (v. Efusio­nes del corazón de un monje enamorado de’, arte) en el que tuvo su origen, además de en otras tendencias análogas, el movi­miento artístico de los «Nazarenos» alema­nes.

Rio intenta reconstruir la historia del arte inspirado en el ideal religioso cristia­no, haciendo depender su progreso «de la intensidad de la inspiración más que de la perfección de la ciencia». La obra es, en realidad, una exposición un tanto confusa y desordenada del desenvolvimiento de las artes figurativas — especialmente de la pin­tura— en Italia, desde el período paleocristiano hasta la época de Rafael, Miguel Ángel y los grandes venecianos; un poco pesada por las largas digresiones de historia política y religiosa, por ejemplo sobre los Médicis y sobre Savonarola. Numerosas, aunque no siempre exactas, son las noti­cias eruditas acerca de la vida y las obras de los artistas. Bajo este aspecto, el escritor se aproxima a las investigaciones filológi­cas de Rumohr, mientras que en cuanto al matiz filosófico se acerca al pensamiento de Schelling y a su concepto del arte como experiencia superadora de la dualidad en­tre real e ideal. El capítulo más original de la obra es el dedicado a la escuela «místi­ca» del monje Lorenzo, del Beato Angélico y de sus discípulos.

Con estos artistas, según Rio, la pintura religiosa se hace pintura mística, «lo que objetivamente implica la más alta forma de ideal y subjetivamente el arrojo más sublime de las facultades del alma». «Ante tales obras se detiene la com­petencia de los conocedores; para comprenderlas es preciso participar con fuerte y profunda simpatía de las ideas y del cli­ma religioso, en los que el artista vivió y trabajó». Rio encuentra de este modo ex­presada la contemplación extática en las obras del Beato Angélico, pero niega, al mismo tiempo, a la crítica, la posibilidad de analizar la cualidad artística individual, si bien también él, en la práctica, continúe sirviéndose de viejos criterios de juicio: la corrección del dibujo, la expresión psicoló­gica, la finura de la ejecución, el «buen gusto». En realidad, el interés del escritor por los artistas de ésta y de otras escuelas, como la de Siena, es fruto más de sus con­vicciones religiosas que de verdadera sen­sibilidad artística. Aquí radica la mayor li­mitación de la obra de Rio, la cual cierta­mente contribuyó de modo notable, antes de Ruskin, al aprecio de los «primitivos».

G. A. Dell’Acqua