[Lady Windermere’s Fan]. Comedia en cuatro actos del poeta inglés Oscar Wilde (1854-1900), representada en Londres en 1892. Ya en plena fama, Wilde se aparta con esta comedia, su primera de carácter moderno, de la técnica y de la inspiración de los isabelinos y de Víctor Hugo, que había seguido hasta entonces, y busca una forma más adherente al espíritu y a la escena de los contemporáneos franceses, a los que fue acercándose cada vez más, incluso en la elección de los temas. El abanico de Lady Windermere tiene lugar en la sociedad elegante londinense, y llega a una conclusión moral, demostrando la supremacía del sentimiento sobre la intransigencia formal puritana. Lady Windermere, de ánimo recto y noble, enamorada de su marido, en el que confía de la manera más total, rechaza a Lord Darlington, amigo de familia y adorador suyo.
Sin embargo, cuando las malvadas insinuaciones de la duquesa de Berwick y algunas pruebas aparentemente irrefutables trastornan su amor a su marido, ella, por una amarga venganza y casi para rebelarse contra la injuria que imagina que ha recibido, espontáneamente va a visitar a Lord Darlington. La salva del irreparable error la señora Erlyune, la misma que todo el mundo sospechaba que era amante de Lord Windermere, quien a menudo y a escondidas iba a visitarla. Pero la realidad es que se trata de la madre de Lady Windermere, a quien creían muerta hace muchos años, y que en sus tiempos vivió el drama que ahora ve repetirse en la vida de su hija: el recuerdo de sus propias amarguras despierta en ella el adormecido amor materno y el deseo de salvar a su hija le sugiere palabras adecuadas para que vuelva arrepentida a su casa. Cuando más tarde alguien encuentra en el piso de Lord Darlington el abanico de Lady Windermere, la señora Erlyune no vacila y para salvar a su hija declara que fue ella quien lo dejó allí, en una de sus visitas al Lord, después de cogerlo por equivocación en la casa de los Windermere. Luego se aleja para siempre, sin revelarse a su hija, para no trastornar de ningún modo su nueva felicidad. La comedia, bajo su aparente concesión al gusto del decadentismo de fin de siglo, al que hay que imputar unas cuantas evidentes faltas, revela en el diálogo hábilmente conducido un pensamiento complejo, que deja una huella personal y una rebuscada ironía en el argumento. [Trad. española de Ricardo Baeza (Madrid, 1923)].
B. Schick