Al último período de la actividad literaria de Sinesio de Cirene (siglos IV-V), conocido, entre otras cosas, por haber escrito el Dion (v.), pertenecen dos discursos, notables por el calor y la habilidad retórica que demuestra su autor: en el primero, Sinesio da públicamente las gracias a Anisio, hábil y activo caudillo que había sucedido al inepto Cerial, por la victoria lograda al frente de sus tropas sobre las tribus bárbaras del desierto líbico que devastaban la Cirenaica con sus continuas correrías; en el segundo, ‘lamenta las tristísimas condiciones en que se hallaba la tierra, ya que los bárbaros habían promovido una nueva y más grave guerra contra la Pentápolis cirenaica, indefensa a causa de la grave decadencia en que se hallaban las milicias desde que Anisio había sido substituido por un tal Inocencio. Este segundo discurso está principalmente animado por un profundo sentimiento y expresa, con un calor que los numerosos ornamentos retóricos no ocultan en absoluto, el dolor de Sinesio, ya obispo de Cirene, por la nueva desgracia que había abatido a su pueblo, y su firme propósito de defender hasta la última gota de sangre la Iglesia que le había sido confiada.
C. Schick