Tratados en forma oratoria del obispo de Alejandría, en los cuales expone teóricamente los principios de la lucha contra el arrianismo, lucha que constituyó el objetivo ‘de su vida activísima y agitada. Los discursos son cuatro: los tres primeros se compusieron entre el año 347 y el 360; el último, según parecen probar con certeza algunas particularidades del contenido y del estilo, más sencillo y conciso que el de San Atanasio, no es auténtico, y probablemente fue compuesto más tarde, contra las doctrinas de Arrio y de Sabelio.
En el primero de estos discursos se expone la eternidad del Hijo de Dios y la identidad dé su sustancia con la del Padre; sigue una áspera polémica dirigida contra los arria- nos, que negaban la divinidad de Cristo. San Atanasio reprocha sobre todo a Arrio el no haber sabido adoptar una posición precisa : mientras niega la consubstancialidad del Hijo y el Padre, destruyendo así el dogma de la Trinidad, afirma que el Hijo es distinto a todas las demás criaturas, en cuanto existía «antes de los tiempos».
El segundo discurso comienza con una larga introducción en la que, entre otras cosas, San Atanasio aclara desde su punto de vista el uso y el significado en los textos sagrados de términos y expresiones que han podido dar lugar a interpretaciones ambiguas; siguen, en el segundo y el tercer discursos, el comentario de los pasajes de las Escrituras en los cuales se basan los arríanos (Proverbios, VIII, 22, y San Juan, XIV, 10; XVII, 2; II, 4; San Lucas, II 52, etc.). En la discusión contra los arria- nos, vuelve muy a menudo e insiste largamente en el concepto de la Encarnación, del que había ya tratado por extenso en el segundo de sus libros Contra los paganos (v.); el error de interpretación de los pasajes de las Escrituras aducidos por los arria- nos, a menudo se deriva, según San Atanasio, de la confusión que padecen entre lo que se refiere a la naturaleza divina del Hijo encamado y lo que, por el contrario, se refiere a su humanidad.
Tampoco estos dos discursos presentan una ordenada exposición, sino que frecuentemente se interrumpen con trozos doctrinales y polémicos y con exhortaciones cálidas y sentidas a los arríanos, para que abandonen las falsas doctrinas que les asemejan a los hebreos, y abracen todos la verdadera religión cristiana. La argumentación está basada sobre pocos conceptos fundamentales, los mismos que se hicieron valer y se aceptaron en el Concilio de Nicea (325), convertidos en el «credo» de San Atanasio. El calor de su fe, unido a la habilidad de su elocuencia se los sugieren en formas siempre diversas y los enriquecen cada vez con nuevos temas.
C. Schick