Con este título se conoce un texto literario egipcio sobre papiro hierático del Museo de Berlín, de contenido filosófico-sapiencial y en el que intervienen un hombre y su alma, que se le contrapone como interlocutora distinta y real. Las primeras líneas se han perdido sin que haya medio de reconstruir el motivo que origina el diálogo. En la parte conservada no se puede hallar ningún vestigio del nombre o la personalidad del sujeto; no obstante, sus palabras referidas en el texto usando la primera persona, nos presentan claramente su modo de sentir y el estado de ánimo, lleno de innegable encanto por la imprecisión de la figura de quien habla.
Es un amargado por la vida, cuando no un ser fracasado que quiere poner fin a su existencia. Esta decisión, tomada con íntima y lúcida firmeza, la expone y defiende con apasionada obstinación. Según afirma, la vida no ofrece atractivos para ser vivida hasta el final. En realidad, ha dejado de ser apreciada la honradez como sucedía en el pasado, y no se tiene en cuenta el honor. Los corazones son envidiosos; cada uno trata de hacerse con los bienes del vecino y hasta nuestros hermanos se han convertido en nuestros enemigos. No se corresponde al bien que se recibió anteriormente.
No hay un corazón humano en que fiar. Por consiguiente, la muerte la recibirá con agrado, como la vista del cielo al serenarse una vez se disipa la niebla. El alma le deja hablar, pero interviene en el momento oportuno para exhortarle a que domine su desaliento. Una vez haya muerto, no verá más el sol. La idea de poder reposar en una tumba hermosa y grande proporciona escaso consuelo; porque hasta los sepulcros mejor construidos se arruinan con el transcurso del tiempo. Es preferible escuchar la invitación que se halla en boca de todos: «Mientras vivas, abandónate a tus deseos. Olvida las preocupaciones».
Es el tema de la belleza de la vida y de la invitación a gozar, día tras día, todo cuanto la vida puede ofrecer, que aparece también en los singulares Cantos del arpista que tan gustosamente hacían reproducir los nobles egipcios en las paredes de sus tumbas. Más de un pasaje del Diálogo, coloreado con un tono pesimista, muestra la huella del aspecto que ofrecía la vida egipcia bajo el peso de las nuevas condiciones sociales y políticas, turbulentas y revolucionarias que dominaban hacia el fin del Antiguo Reino (dinastía. VII-VIII 2385- 2337 a. de C.). y que culminaron en la desmembración del poder constituido y provocaron el desencadenamiento de los apetitos, en contraste con las sanas tradiciones y las leyes morales del país.
E. Scamuzzi