Diálogo de la lengua, Juan de Valdés

Obra publicada la primera vez como anónima por Gregorio Mayans en 1737. El Diálogo fue escrito en Italia, pro­bablemente en Nápoles en 1535, y tiene como interlocutores, además del propio Valdés, a dos italianos amigos suyos. Se­guramente se trata de dos personajes his­tóricos que se ocultan bajo los nombres de Marcio y Coriolano, y un soldado español llamado, primero Pacheco y luego To­rres. La controversia se inicia tomando como pretexto las cartas en castellano, que Val­dés había escrito, a las cuales se alaba por su forma sencilla y transparente, elegante y precisa.

Se pasa entonces a tratar de la lengua castellana por ser generalmente co­nocida y hablada en todo ambiente culto y aristocrático, y Valdés contesta a las di­ferentes preguntas que se le dirigen, expo­niendo su opinión con admirable simplicidad y claridad didáctica. Referente a los orígenes del castellano, tiende a poner de relieve la base esencialmente latina del léxico con alguna influencia debida al árabe y de aquí pasa a tratar de fonética y de ortografía, fijando algunas normas genéricas y empíri­camente elementales, no sin desviaciones caprichosas y arbitrarias. Hablando del vo­cabulario, Valdés precisa su norma que es la de ir escogiendo «los mejores vocablos» que suelen ser los más expresivos y más ajustados, aquellos en los que más se transparenta el significado originario.

En cuanto al estilo, declara que escribe de la misma manera que suele hablar, en perfecta co­nexión con su sentir y su pensamiento, sin violentar su propia naturaleza ni caer en la afectación («Escribo como hablo; tan sólo procuro usar palabras que expresen perfectamente lo que quiero decir; y lo digo de la manera más sencilla que me es posible, porque creo que la afectación desagrada en todas las lenguas»). La última parte del Diálogo se refiere a textos li­terarios que pueden servir de modelos; y aquí Valdés revela su finura y la segu­ridad de su gusto crítico con juicios que aún hoy día mantienen su validez.

Los va­lores estéticos y humanos de la literatura castellana son puestos de relieve según cri­terios que descubren la ideología de Valdés y sus particulares predilecciones por los «romances viejos», los proverbios y los «re­franes». Desea una lengua históricamen­te acondicionada y amoldable a la vida del alma, y por esto digna de ponerse como fundamento básico de la lengua común. El Diálogo se inspira no en las teorías lingüís­ticas de Bembo, sino en las expuestas por Castiglione en El Cortesano (v.), con una adaptación muy lograda a las condiciones literarias de la España de la época.

M. Casella