Destrucción de la Destrucción, Averroes

[Tehafot el-Tehafot]. Refutación de la obra del pensador árabe al-Ghazzálí titulada Destrucción de los filósofos (v.), escrita por Averroes (Ibn Rushd), filósofo hispanomusulmán (1126-1193). Existe en traducciones hebreas y en una traducción latina inexacta de principios del siglo XIV. Ghazzalí, caído al escepticismo, se había pre­cipitado desde él al ascetismo y había abra­zado el misticismo de los sufíes. Deseando reconstruir la religión, había atacado el racionalismo empezando por el principio de causa. Precursor de Hume, había afirmado que percibimos la simultaneidad, nunca la causalidad, la cual no es más que la vo­luntad divina que une, en relación de su­cesión, a dos fenómenos. Las leyes de la naturaleza no existen o sólo expresan un hecho habitual; sólo Dios es inmutable.

El hombre no llega a la perfección más que renunciando al ejercicio de sus facultades racionales. Negación, pues, y destrucción de la filosofía y de la ciencia en homenaje a la religión. Averroes, enfrentándose con la furia de los perseguidores de la filosofía, pone en evidencia el «veneno escondido» en el libro de Gazzali, que hacía responsable del alejamiento de toda religión a la ciega confianza en los grandes nombres de Sócrates, Platón y Aristóteles, considerando sus preceptos como artificio e impostura. A ello Averroes opone que la religión de los filósofos consiste precisamente en «rendir a Dios el culto más sublime, es decir el conocimiento de sus obras que conduce a reconocerle a Él mismo en toda su realidad». Esta es a los ojos de Dios, la acción más noble; mientras la acción más vil es la de tachar de error y vana presunción a quien le adora con esta forma de religión, la suprema. En cuanto a las creencias populares sobre Dios, los ángeles, los profetas, el culto, las plegarias, los sacrificios, deben de explicarse en un sentido espiritual, y tienen como efecto estimular el hombre a la virtud. El hombre empieza siempre viviendo de creencias generales antes de vivir una vida propia; pero incluso cuando llega a una manera de pensar más personal, en lugar de despreciar las doctrinas en las que ha sido educado, debe tratar de interpretarlas en el mejor sentido. Cuando varias religiones se encuentran en competencia, es necesario escoger la más noble, Así hicieron los filósofos que enseñaban en Alejandría y que abrazaron la religión de los árabes cuando tuvieron noticia de ella; y los sabios de Roma, que se hicieron cristianos en cuanto conocieron el cristianismo.

Por otra parte, la religión no es una rama de conocimiento reducible a proposiciones ni a sistemas dogmáticos, sino que es una fuerza personal interior, una verdad individual distinta de la universal científica, aunque no le sea contraria. Religión para todos, pero ciencia demostrativa, con sus ideas generales, par los pocos capaces de vivir en dicho mundo etéreo. En cambio la teología, mezcla de ambas, es fuente de mal para las dos. El epicúreo, que trata de destruir al mismo tiempo la religión y la virtud, merece la muerte. La importancia de esta obra y su influencia sólo pueden comprenderse a la luz del Gran comentario de Aristóteles (v.). de quien Averroes repite la famosa teoría de que el alma no se divide según el número de individuos, y cuyos puntos. De vista completa con aplicaciones al problema de las religiones positivas y de su conciliación con la mentalidad filosófica.

G. Pioli