[Scaricalasino] Narraciones humorísticas del autor italiano Alberto Cantoni (1841-1904), publicadas en 1901. Un joven comediógrafo, Pió Paletti, descontento de su propia vida, demasiado rica en reminiscencias de cosas ajenas, parte para Scaricalasino con la esperanza de descargar allá también él sus defectos y volver «con el saco lleno de más conspicuas cualidades». En la diligencia encuentra un grupo de cinco personas: un pintor, un médico, un concejal y dos periodistas; va en su compañía, y por la tarde, después de comer, les ruega que recorran ellos su camino en lugar de recorrerlo él mismo y que le digan cada uno de por sí «cuándo se han sentido hombres verdaderamente modernos». El pintor, contando primero sus propias aventuras conyugales, declara que se sintió esencialmente moderno en el momento en que reaccionó a los caprichos de su mujer al mirar la figura de un monstruo. Del ejercicio de los deberes de su profesión, el cirujano ha sacado la convicción de que el modernismo es simplemente «un mascullar amargos bocados dando la impresión de que se tiene una golosina en la boca, un trabajar cavando dentro de la propia alma con el alegre propósito de pagar anticipadamente los reproches». El concejal, rebozado de humanidades clásicas, comienza a «soltar frases hinchadas referentes a un viejísimo mundo nuevo que es una especie de burbuja de jabón». Uno de los periodistas, de toda su experiencia ha sacado en limpio el sentido de una enorme y continua complicidad, en tanto que el otro sólo ha sacado una mordiente ironía, fundada en ciertos fantásticos y oscuros anacronismos.
Interviene en este punto la sirvienta de la taberna de Scaricalasino, Domenichina, una muchacha que se define por sí misma, por sus chácharas venenosas, como «la más pérfida persona de la parroquia»; también ella quiere dar su parecer al joven escritor, y le sugiere que vuelva a sus costumbres antiguas, añadiéndoles solamente una pizca de acento reciente y sentimental. Tras de oír todos estos discursos, el comediógrafo concluye que la modernidad escénica no se logra sino a fuerza de dualismos interiores; al autor dramático no le queda por tanto más que exponer groseramente la actual hipertrofia del Yo, o bien ponerla en berlina. Pero el pobre Pió no se siente capaz de poner de relieve en sus comedias el estado fluctuante y ambiguo de estas almas de doble fondo; comprende, por tanto, que su verdadera vocación no es la de dramaturgo y decide convertirse en crítico que «castigue a los que hacen mal, con verdad y justicia». Cantoni, uno de los más originales escritores de finales del siglo XIX, en el que la inspiración artística aparece continuamente frenada por una conciencia crítica seguramente demasiado vigilante, y que ya en Pietro e Paola había hecho la crítica del arte narrativo, nos ofrece con Scaricalasino una crítica del arte dramático de su tiempo, en la forma de una serie de narraciones humorísticas en las que la teoría se funde airosamente con la ficción.
A. P. Marchesini
Sus libros son páginas que no se olvidan. Sorprendía y descubría, con palabra nítida, las actitudes más delicadas de las almas, los más pequeños impulsos significativos de los cuerpos, dando pruebas de penetración aguda y de fina sensibilidad. (B. Croce)