Del Arte Cabalística, Johann von Reuchlin

[De Arte Cabalística]. Tratado del humanista alemán Johann von Reuchlin (1455-1522), publica­do en 1517, con dedicatoria a León X. Reuchlin bajo el nombre de Cábala («tra­dición») entiende la doctrina esotérica o mística referente a Dios y al Universo, transmitida, por revelación, desde los tiem­pos más antiguos, a ciertos santos elegidos, y preservados por unos pocos privilegiados en forma de tradiciones empíricas, hasta que Pitágoras y los pitagóricos la reduje­ron a sistema, dándole el carácter espe­culativo de «filosofía simbólica», que es la base del saber antiguo. El autor declara querer contribuir al reconocimiento de Pi­tágoras, refiriendo objetivamente lo que se expone en doctas conversaciones huma­nistas en Frankfurt, entre el hebreo Simón, doctísimo en Cábala, Filolao, pitagórico, y Marrano, musulmán. Pero en realidad la suya es una interpretación cristiana de la Cábala, en cuyo centro coloca la Mesianología.

El arte cabalístico, según ellos, se derivó inmediatamente de la iluminación divina, por medio de la cual el hombre pe­netra los secretos de la doctrina a través de la interpretación simbólica de las letras, de las palabras y del contenido de la escri­tura; por lo tanto, la cábala es una filosofía y teología simbólica, a través de la cual «nos levantamos de la Tierra con los ani­males y las ruedas de Ezequiel. Toda pala­bra suya es un sacramento, y todo dicho, sílaba, coma y punto están llenos de sen­tidos arcanos, no sólo por atestiguación nuestra sino también por declaración de los cristianos». En la primera jornada Simón, el hebreo, expone todos los secretos de la filosofía cabalística; sus dos interlocutores, discutiendo y comentando su admirable doctrina, recuerdan en la segunda jornada el gran cauce de la filosofía helénica, espe­cialmente la de Pitágoras, Platón y Pío tino. Y, dirigiéndose a Filolao, Marrano conclu­ye con la convicción de que «a aquel río de la filosofía, fecundador de los campos grie­gos, Pitágoras llevó las aguas del mar sin límites de la Cábala, por el cual Simón nos ha prometido feliz navegación», que tiende «a conducir a los hombres junto a los dio­ses, esto es, a la beatitud perfecta» El ter­cer día Simón desarrolla ampliamente la simbología cabalística, terminando con las palabras: «Toda nuestra filosofía consiste en esto: en que viviendo bien, muramos bien, para no convertirnos en presa del Tártaro y de las Furias Vengadoras».

Que­da de manifiesto la plena adhesión de Reuchlin, no menos que la de Pico della Mirandola, al cual sucede y al cual ensalza aquí. A las doctrinas cabalísticas acerca de Dios, del hombre, de la angeleología y la demonología, del alma y su destino/, de la metempsicosis. de un infierno y un cielo según el modelo pensado por Orígenes. Es notable que Reuchlin no dé ninguna im­portancia a la parte práctica, mágica de la Cábala, lo cual hizo, en cambio, su con­temporáneo Cornelius Agrippa. El tratado concluye con una llamada de Reuchlin al Pontífice, pero también esta obra fue viva­mente atacada, especialmente por el In­quisidor Jacob Hochstraten, contribuyendo así a la persecución que amargó todo el resto de la vida de Reuchlin.

G. Pioli