Defensa del Insensato, Gaunilone

[Liber pro insipiente]. Es la crítica de Gaunilone (m. 1083), monje de la abadía de Marmoutier, cerca de Tours, al Proslogion (v.) de San Anselmo. Consta de ocho párrafos, en los que se examinan las afirmaciones de San Anselmo. Primero, a propósito de la afirmación de que la idea de una natura­leza suprema está ya en nuestro intelecto; después, a propósito de lo que se dice que está no sólo en nuestro intelecto, sino tam­bién necesariamente en la realidad. Por el primer punto, se debe afirmar que nosotros no conocemos a Dios y no podemos, por lo tanto, formarnos de él ninguna idea median­te algo que le sea semejante, dado que no hay nada que se le parezca; como máximo, podemos formarnos una imagen lejana (ca­da uno puede verlo bien, en la verdad de la realidad divina).

En lo concerniente al segundo punto, no se puede conceder que a la idea de Dios corresponda la realidad de Dios, si no lo probamos con argumentos. Por ejemplo, se dice que, en una parte del Océano, hay una isla, que, por la dificultad o imposibilidad de hallarla, algunos llaman «perdida». Posee riquezas y delicias inesti­mables, en mayor abundancia todavía que las islas Afortunadas; sin habitantes, es más rica que todas las islas habitadas. Yo entiendo bien qué es lo que se quiere decir al hablar de tal isla; pero si ahora al­guien me dijera que esa isla debe necesa­riamente existir, porque de otro modo po­dríamos pensar en otra isla que existiera en la realidad y que fuera más perfecta que aquélla, yo le contestaría que tiene ganas de bromas y que no puedo por menos de creerle insensato. Del mismo modo podría responder el insensato a San Anselmo. Así, pues, es preciso probar con un argumento verdadero que hay una naturaleza supre­ma, es decir, mejor y más grande que todo cuanto existe, para poder luego deducir de aquí, todo lo que necesariamente no pue­de faltar a lo que es mejor y más grande que nada. Es preciso demostrar la existen­cia de Dios partiendo de las cosas realmen­te existentes, para terminar en el Exis­tente de los existentes. Afirmación impor­tante, ya que será éste el camino seguido después por Santo Tomás y por los realis­tas. A esta Defensa, respondió San An­selmo con su Apologético (v.).

C. Ferro