[De inmenso et innumerabilibus, seu de universo et mundis]. Poema filosófico en latín de Giordano Bruno (1548-1600), compuesto en 1591, íntimamente ligado con De lo mínimo (v.) y con De las mónadas y que pertenece al grupo de sus obras constructivas. Este poema, en ocho libros, constituye, según opinión propia, la mejor obra latina que compuso. El poema se abre con’ una invocación al genio y con una exaltación de las teorías de Copérnico, cuyo examen constituye el tema del primer libro. El sistema de Copérnico, interpretado por Bruno, asume el carácter de una filosofía de la naturaleza y de una metafísica. El universo es el resultado de innumerables mundos; cada uno vive con vida propia, moviéndose alrededor de su centro solar, y es reabsorbido en el destino universal. Esta pluralidad de sistemas no es una confusión mecánica, sino un todo armónico, que se complace en el nacer y el desaparecer de los mundos, como una exteriorización y una reabsorción de los latidos de la divina vida universal. No es extraño a esta concepción el principio democríteo-epicúreo.
Son importantes el tercer libro, que invoca la observación directa de la naturaleza, y el cuarto, en »el cual, después de un exordio poético — en que se imagina que un gigante, que ha quedado sepultado bajo el suelo de la Trinacria, clama contra los hombres que niegan el ingenio de los grandes —, se refutan la cosmología aristotélica y las diferencias entre la tierra y el cielo, y se sostiene la esfericidad de la Tierra. En esta visión cósmica desaparece la dualidad entre el cielo y la tierra, entre el motor y lo movido, entre el centro y la circunferencia. Se derrumban la superioridad del cielo y la inferioridad del mundo. Todo vuelve a caer en el universo, que es uno e idéntico, en lo absoluto y en lo infinito. Aunque no falten el drama de la multiplicidad y la dialéctica de los opuestos, hay en el universo unidad e identidad absolutas. En lugar de la antítesis, pues, se afirma la identidad de la naturaleza, y la presencia de un alma universal, para la cual toda cosa es espejo de ella. En esta grandiosa obra, la vastedad filosófica y la palpitación de la poesía se emparejan con la concreción científica.
M. Maggi
No admiro, porque no lo comprendo ni lo siento, a este pensador y escritor. (Carducci)