De la Familia, León Battista Alberti

[Della famiglia]. Tra­tado de León Battista Alberti (1404-1472), en cuatro libros, de los que los tres primeros fueron compuestos en 1437 y el cuar­to en 1441. La obra está en forma de diá­logo, y es notable en ella la introducción de personajes verdaderos y no, como de costumbre, alegóricos. Los parientes del autor se trasladan con él y con su hermano Carlos a Padua, junto al lecho de muerte de Lorenzo, de quien León Battista era hijo natural. La acción ocurre en 1421, y lleva sobre todo a examinar las relaciones entre padres e hijos, y en general, entre los vie­jos, sensatos y conocedores de la vida, y los jóvenes animosos y llenos de esperan­zas. El autor amonesta a los padres para que guíen a sus hijos hacia el bien, crean­do en ellos una conciencia propia, sin la cual no existe vida moral, sino una ciega e inútil obediencia.

En el matrimonio se hace patente el valor de la educación dada a un joven que, en su nuevo estado, se siente libre y responsable de sí mismo, y deja los primitivos deberes para afrontar los nuevos. El trabajo bien distribuido en­tre los componentes dé la familia crea el bienestar y la felicidad, del mismo modo que la recta administración de un patri­monio crea la riqueza y la satisfacción de todos. El autor aconseja a los jóvenes que se aprovechen de la experiencia de los ma­yores, mantenerse alejados del mal y gozar con el cumplimiento del deber y con el bien hecho a sus semejantes. La obra, cuyo tercer libro fué durante largos años erró­neamente atribuido a Agnolo Pandolfini, es finamente ingeniosa, y puede ser conside­rada como la mejor prosa literaria de su siglo. El diálogo sentencioso, que imita las cartas de Cicerón, de Quintiliano y de Je­nofonte, está inspirado en la idea verdade­ramente humanista de afianzar al hombre en su obra de bien y de civilización. La solemnidad con que el autor habla de la familia y de su función en el Estado, ates­tigua su espíritu clásico inclusive en lite­ratura.

C. Cordié

No es la naturaleza en sí misma quien lo alienta, como ocurre en los «cuadritos de género» de Poliziano, sino el hombre de la naturaleza. (De Sanctis)

Uno de los ejemplos más insignes de la prosa del siglo XV. (F. Flora)