[Daniel Manin and the Venetian Revolution]. Monografía del historiador inglés George Macaulay Trevelyan (1838-1894), publicada en 1923. Trevelyan ve, sobre todo en Manin, el hombre que hace brotar el alma latente en Venecia, en la que tantos patriotas se negaban a creer; su ascendiente moral sobre la clase trabajadora le guió a la conquista del Arsenal, efectuada sin derramamiento de sangre, y a la liberación de Venecia; realizó el milagro de conciliar a todas las facciones, acallar todos los celos y establecer la concordia entre los jefes; hasta en las horas más negras de la desventura, después de 17 meses de resistencia a Austria, obtuvo del pueblo, que le amaba y tenía en él una fe ilimitada, la suma de sacrificios y de padecimientos noble y serenamente soportados, que despertó la admiración de italianos y extranjeros, y por la cual, en su conmovedora proclama del 12 de agosto de 1849, le dio las gracias en nombre de la Patria y de Italia.
En el fondo de sus cualidades, voluntad que no cejaba, valor y tenacidad que crecían en relación con los obstáculos y con los peligros, infalible golpe de vista, habilidad, elocuencia incisiva, había una grande y profunda humanidad que es la que le hizo proclamar a la fraternidad «nuestro dogma político», y una férvida pasión: el amor a Italia y a Venecia en particular. «Ningún hombre elevado al poder por la revolución ha dejado un recuerdo más puro». Pero el autor no es ciego para los defectos de su héroe. No excluye el que su pasión por Venecia pueda haber «oscurecido su juicio en la unión con el Piamonte» a la cual siempre se opuso como republicano tenaz. Admite que Manin no llegó a sistematizar las relaciones de Venecia con las ciudades de tierra firme ni a establecer un sistema parlamentario para todo el Véneto, lo que habría delimitado su poder, que exigió completo en el tiempo de guerra y que no llegó a crear, en los pocos meses transcurridos antes de la reconquista del Véneto por Austria, una fuerza militar adecuada a la situación (pero duda de que el propio Carnot, colocado en sus condiciones, hubiera podido lograrlo). Macaulay sigue a su héroe con profunda pasión, en su ferviente fe en la justicia y en el progreso.
G. Pioli