Novela griega de Longo llamado Sofista (alrededor del siglo III d. de C.). Su escena es la isla de Lesbos, cerca de Mitilene.
Dos pobres familias de campesinos, la de Lamon y la de Drías, recogen con pocos años de diferencia a un niño y una niña abandonados, y los educan en la vida de los pastores, llamándolos Dafnis y Cloe. Creciendo en edad y en belleza con el paso de las estaciones y las serenas vicisitudes de los trabajos del campo, el pastorcillo y la pastorcilla se enamoran casi sin advertirlo. El escritor cuenta precisamente la historia de su ingenuo amor. Sustancialmente el esquema es igual al de las demás novelas griegas que conocemos: dos jóvenes que se quieren con amor puro y fiel encuentran una serie de obstáculos antes de alcanzar la meta del matrimonio. Peripecias de todo género, raptos, insidias de otros enamorados, reconocimientos por sus padres legítimos y reunión final, son los ingredientes fijos de la trama. Pero la singularidad de la obra de Longo, en comparación con las demás de su género, está en haber dejado en segundo término la peripecia, y haber dado relieve a las vicisitudes sentimentales de los protagonistas.
Las aventuras de Dafnis y Cloe son, en efecto, muy poca cosa; una correría de piratas, en seguida descubierta; una expedición de señores de Mitilene, que roban a Cloe, pero pronto la sueltan por intervención del dios Pan; y las fracasadas violencias de algún tosco pretendiente. Más que los casos de aventuras, llegan a turbar a los ingenuos amantes el invierno, que con sus hielos los mantiene encerrados en casas lejanas y, sobre todo, la ignorancia de las cosas del amor, por la cual no logran satisfacer sus deseos. Hasta que una maliciosa vecina, Licenia, advirtiendo lo que pasa, se ocupa de instruir al ignorante Dafnis. Con todo, el amor de los protagonistas no alcanza cumplimiento antes que se descubran los padres de ambos, y que los dos pastorcillos se vean convertidos en grandes señores; entonces se pueden celebrar las bodas. La novela de Longo es la única de las griegas que ha conservado hasta hoy fama y difusión.
A. Brambilla
* A la celebridad de la novela contribuyeron algunas bellas traducciones en todas las lenguas. Recordemos ante todo la italiana de Annibal Caro (1507-1566), obra juvenil, no comparable a la gran traducción de la Eneida (v.). Caro tradujo libremente el texto ornándolo de detalles licenciosos y conservando la gracia un tanto remilgada. pero no desagradable, del original, hija de la sencillez de la fábula y del escenario idílico de una naturaleza rica en colores, sonidos y perfumes. El amor de Dafnis y Cloe, si bien carece de profundidad y no consigue crear caracteres, con todo, en su forma elemental y en su desarrollo lineal es seguido por el poeta con una complacencia que alcanza notas agudas y delicadas, si bien el tono general de la obrita es ciertamente retórico, y su mundo pastoril un puro artificio; no es auténtica naturaleza, sino, podríamos decir, Arcadia. Esto no impide que, dentro de tales límites, el escritor haya sabido crear una obra de gusto refinado, tan acertadamente entonada que presta a la malicia del literato la apariencia de la ingenuidad.
A. Brambilla
* Traducciones importantes de la misma obra son también la francesa de Paul-Louis Courier (1772-1825), que reveló algunas páginas inéditas de Longo; la inglesa reciente de George Moore (1852-1923), publicada en 1924, y sobre todo la excelente traducción española de Juan Valera (1827-1905), publicada en Madrid en 1880, en la que se revela el pulcro y atildado estilo del fino y elegante escritor.
* Directamente inspirada en la novela de Longo está uno de los Idilios (v.) de Salomón Gessner (1730-1788), Dafnis, publicado en 1754; con esta obra se inició la celebridad del autor, aunque la primera edición fuera anónima. Reprobada primero por la licenciosidad de algunos pasajes, la deliciosa obrita fue después admirada por su refinamiento y la encantadora gracia del conjunto; se trata de una Arcadia característica en su legítimo y consabido amaneramiento.
* La música cuenta con algunas obras compuestas sobre la fábula griega; en el siglo XVIII se recuerdan la ópera pastoril Dafne de Manuel de Astorga (1680-1757), Génova, 1709, la ópera-ballet Dafni e Cloe de Joseph Bodin Boismortier (1691-1765), estrenada en 1747, y los fragmentos de una ópera homónima compuesta por Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) y publicados después de su muerte. En el siglo XIX Jacques Offenbach (1819-1880), escribió una opereta de tono de parodia, Daphnis et Chloé, estrenada en París en 1860. También compusieron obras con el mismo título Fernand Le Borne (1862-1929), Bruselas, 1885; Henri Paul Busser (n. 1872), estrenada en 1897; Henri Maréchal (1842-1924) estrenada en 1899. Asimismo Fernando Liuzzi (n. 1884) compuso música para la obra teatral Dafní e Cloe de Ercole Luigi Morselli (1882- 1923).
* La obra musical más importante es Daphnis et Chloé ballet de Maurice Ravel (1875- 1937) estrenado el 8 de jimio de 1912. A la propuesta de Serge de Diaghilev (1872- 1929), director de los Ballets Rusos que en 1909 obtuvieron en París sus primeros grandes éxitos, de escribir un ballet para su compañía, Ravel consintió, pero no sin reservarse una completa autonomía musical. Así nació la partitura de Daphnis et Chloé, cuya ágil música, lejos de ser esclava de la danza, conserva intacta su supremacía; el subtítulo de «Sinfonía coreográfica» da testimonio de la precisa voluntad del autor. El libreto, debido a Folkin, y refundido por el compositor, está dividido en tres partes. El primer cuadro se desarrolla en el bosque de las Ninfas, donde encuentra a Cloe, después del desfile de un cortejo de jóvenes que llevan ofrendas al altar de las Ninfas. Un grupo de muchachas trae al pastor Dafnis, invitándole a la danza; mientras tanto Dorcón corteja a Cloe.
Competencia de danza entre Dafnis y Dorcón; victoria de Dafnis. La muchedumbre se aleja, y Cloe con ella. Llega Lycenion, que intenta seducir a Dafnis. Cuando él está ya turbado se oye un lejano tumulto; llegan corriendo mujeres perseguidas por los piratas. Dafnis comprende el peligro de Cloe y corre en su socorro. Mientras está ausente, llega Cloe de improviso, medio desmayada; los piratas la raptan. Vuelve Dafnis; una sandalia extraviada de Cloe le revela la desgracia. Maldice a las Ninfas y cae desmayado. Sueño de Dafnis, las estatuas de las Ninfas se animan; danza lenta y misteriosa, coro de voces lejanas. En el segundo cuadro nos encontramos transportados al campamento de los piratas. Se ordena a Cloe que dance, con las manos atadas, delante de Bryáxis. Ella intenta huir, pero Bryáxis la agarra para llevársela. Descienden nubes al escenario, la sombra de Pan se perfila sobre los montes. Terror y fuga en la oscuridad. El tercer cuadro nos vuelve al bosque sagrado; Dafnis que no había salido de su sopor, es despertado por unos pastores. Llega Cloe, salvada por el dios Pan. Los amantes se abrazan; un viejo pastor explica que Pan ha salvado a Cloe en memoria de una ninfa a quien él amó. Termina la acción con una bacanal. Esta «Sinfonía coreográfica» es una de las más ambiciosas composiciones de Ravel. Si bien ha sido observado que en cuanto a equilibrio y unidad, esta obra no alcanza el nivel de perfección de otras obras de Ravel, hay en ella páginas totalmente singulares en la producción del compositor, que se revela aquí bajo aspectos inusitados.
En efecto, en Daphnis et Chloé más que los detalles y el refinamiento de su realización, sorprenden y seducen el trazo franco y decidido, una cálida efusión lírica, una robusta arquitectura de líneas grandiosa y magistralmente diseñadas. Ravel, en esta partitura para gran orquesta, aumentada con instrumentos de uso muy poco común: flauta baja o en sol, clarinete en mi bemol, celesta, renuncia al preciosismo y a las delicadezas, y se muestra coherente con su intención de crear «un vasto fresco musical» que evoque «la Grecia de sus ensueños, próxima a aquella que imaginaron y pintaron los artistas franceses de finales del siglo XVIII». La primera representación de Daphnis et Chloé se efectuó en París, bajo la dirección de Pierre Monteux. Los decorados eran del pintor Léon Bakst; fueron sus intérpretes principales Nijinski y Thamar Karsavina. Con mayor frecuencia que el ballet íntegro, se ejecuta la «Suite» sinfónica, que lleva el mismo título y comprende las partes más importantes de la obra: «Amanecer», «Pantomima» y «Danza final».
Ravel… es el maestro de un paraíso artificial, lleno de mozas, de hadas, de animales jóvenes, de relojeros sin alma y de relojes inmóviles. (Roland-Monvel)