Cuádruple Raíz del Principio de Razón Suficiente, Arthur Schopenhauer

[Uber die vierfache Wurzel des Satzes von zureichenden Grunde]. Obra filosófica alemana de Arthur Schopenhauer (1788-1860), publicada en el año 1813.

Partiendo de la afirmación de que en el «principio de razón suficiente», tal como fue definido por Christian Wolff: «Nada hay sin que exista una razón que explique que ello sea en lugar de no ser», se expresan cuatro relaciones absolutamente diversas, cada una de las cuales está fun­dada sobre una ley «a priori», el autor hace una reseña crítica de los filósofos anteriores a Wolff para concluir que en Leibniz se halla la primera enunciación del principio; sin embargo, éste quedó impreciso hasta Wolff, el cual distingue tres y, de hecho, dos significados de la expresión: «Principium cognoscendi» (principio racional) y «principium fiendi» (principio de causali­dad). Tras refutar la pretensión de demos­trar el principio, que constituye por sí mis­mo el presupuesto de toda demostración, el autor reconoce insuficiente la exposición y división del mismo hecha por sus predece­sores, y, conforme a la ley de homogenei­dad lógica, ve el valor universal del prin­cipio en lo siguiente: «nosotros no podemos representarnos ningún objeto independien­te y aislado»; mientras que la ley de es­pecificación nos hace distinguir cuatro «raí­ces» del principio, por lo que se presenta como razón suficiente del ser, del devenir, del obrar y del conocer. Por motivos didác­ticos, trata, sin embargo, primero del prin­cipio del devenir, después del de conocer, del ser y por fin del de obrar.

El «principio del devenir» implica que, si comienza para un objeto un nuevo estado, es necesario que le haya precedido otro estado, al que se llama causa, en tanto que aquél es el efec­to. La ley de causalidad, con la que se iden­tifica también el principio que examinamos, es trascendental, «a priori»; aplicándola a las sensaciones resulta para nosotros la re­presentación de los objetos, y la aplicación es tan simple e inmediata que a todos los animales sin excepción les está concedido su uso. De ella deriva como corolario el principio de la persistencia de la materia. Es importante su distinción de la causa en tres especies: causa mecánica, estímulo, mo­tivación, y la doctrina según la cual la cau­salidad se refiere sólo a «cambios» del mun­do empírico: con lo que se niega la posi­bilidad de una prueba cosmológica de la existencia de Dios. El «principio de razón suficiente del conocer» establece la exigen­cia de un fundamento de verdad para nues­tros conocimientos. La verdad es la rela­ción entre un juicio y algo que es su causa y que es de distinta especie: ya que el fun­damento de la verdad puramente formal re­side en la exacta conclusión de los silogis­mos; el fundamento de la verdad empírica, en el dato inmediato de la experiencia; el de la verdad trascendental (ejemplo: nada ocurre sin una causa; 3 X 7 = 21, etc.) está en la forma pura del espacio y del tiempo y en la ley de causalidad; y el de la ver­dad metalógica (principio de identidad, de no contradicción, de exclusión de tercero y de razón suficiente), en las condiciones formales del pensar; y, a este propósito, Schopenhauer niega, en contra de Kant, que la razón pueda tener alcance prácti­co.

El «principio de razón suficiente del ser» impone a cada ser real una determina­ción por parte de otro ser, determinación que existe en el espacio como «posición», y en el tiempo como «sucesión»: espacio y tiempo son, pues, las condiciones del «prin­cipio de individualización». Finalmente, el «principio de la razón suficiente del obrar» se refiere a la tercera especie de causa an­tes distinguida, esto es, a la motivación, que, como dice Schopenhauer, es «una cau­salidad vista desde el interior», según la cual la voluntad obra inmediatamente pro­vocada por las representaciones. Aquí hay que notar que es la voluntad del individuo la que influye sobre el conocimiento, punto cardinal de la metafísica de Schopenhauer y feliz anticipación de posteriores concep­ciones. La obra termina con una serie de observaciones generales y una reafirmación de los resultados obtenidos, el principal de los cuales es el haber eliminado la posi­bilidad de referir la causalidad a un ente trascendente, a una «cosa en sí». Esta obra puede considerarse como un anuncio de la metafísica que el autor desarrollará en el Mundo como voluntad y representación (v.), ya que contiene las dos tesis esenciales, la de la fenomenicidad y la del voluntaris­mo: el autor mismo, en ediciones posterio­res, la enriqueció con referencias a su obra mayor. En la Cuádruple raíz se revelan las cualidades del genio brillante y vivo del autor, juntamente con las debilidades de su carácter: está, en efecto, llena de referen­cias polémicas, a menudo burdas, y sólo pocas veces verdaderamente agudas, contra las escuelas filosóficas dominantes en su tiempo, sobre todo la de Schelling y de Hegel. [Trad. de Eduardo Ovejero y Maury (Madrid, 1911)].

G. Alliney