[Pictures from Italy]. Obra de Charles Dickens (1812-1870), publicada en 1846. El autor nos dice que, al igual que la narración de Grumio en la Fierecilla domada (v.) de Shakespeare, estas impresiones habrían «muerto en el olvido». Y esto probablemente hubiera ocurrido si no llevasen el nombre del célebre novelista. Hay en ellas, en efecto, bien poco de notable; en un tiempo en que los escritores ingleses escribían con tanta simpatía de las cosas de Italia, Dickens la visitó, mirando en torno descuidadamente, sin hacer ninguna tentativa para llegar más allá de la superficie, ignorando la lengua del país, y se puede decir, que hasta su historia.
Debía tener el pensamiento en otra parte, ya que durante su estancia en Italia sólo mandó a Londres los Cuentos de Navidad (v. Canción de Navidad, el Grillo del Hogar, etc.), llenos de niebla y de espíritu nórdico. Después de haber atravesado Francia, llegó a Génova, donde se detuvo largamente, luego visitó Parma, Módena, Ferrara, Milán y, pasando por Pisa y Siena, llegó a Roma. Si se exceptúan Génova y Roma, de todos los demás lugares sólo habla de paso y superficialmente, contentándose con describir monumentos e iglesias. No ve más que pobres, suciedad y superstición. En Milán le llamó sobre todo la atención el hecho de que los señores, que en sus respectivas casas, según él, padecían hambre, paseaban por el Corso en carroza.
De Liorna, habla como de una ciudad «de acuchilladores». En cuanto a Módena, cita El cubo robado (v.), que atribuye a Tasso. El Coliseo de Roma le recuerda las luchas con las fieras y le hace pensar en algo propio del «carácter cruel del pueblo romano». Aquí y allá, especialmente cuando describe ceremonias religiosas, se nota al protestante encerrado en sus prejuicios anticatólicos. Aparte de juicios y prejuicios, el libro es un cuadro bastante verdadero de los aspectos exteriores de la vida italiana de la primera mitad del siglo XIX que podían impresionar a un viajero extranjero, decidido a detenerse en las primeras impresiones.