Así es denominada una de las más interesantes refundiciones parciales de la familia de crónicas derivadas de la compilación alfonsina. Es, como todas, anónima — se ha atribuido sin base suficiente a Jofré de Loaisa, continuador de la Historia Gothica (v.) de Rada — y se mantiene inédita, conservada en varios manuscritos — los principales, de la Biblioteca del Palacio Real —.
Comprende los reinados de Fruela II y sus sucesores hasta Fernando III, inclusive, esto es, el período 924-1252, y se debió, sin duda, al propósito de formar una historia de Castilla desde que empiezan a figurar sus jueces y condes. Su valor se basa principalmente en el uso que el compilador hizo de fuentes no conocidas por otros textos; ha proporcionado, por ejemplo, una de las partes perdidas del Poema del Cid. En cuanto a la génesis de la obra y al lugar que debe asignársela dentro de tan dilatada estirpe, ha dado recientemente (1952) un paso muy importante el investigador portugués L. F. L. Cintra en su estudio de la Crónica de 1344. En vez de seguir considerando a la de Veinte reyes posterior a aquélla y formada hacia 1360, comprueba que es anterior y una de sus principales fuentes (la prioridad había sido ya defendida por Th. Babbit, que dedicó dos monografías a nuestra crónica). Sin espacio aquí para seguir los razonamientos de Cintra, cumple sólo consignar las conclusiones a que llega. Entiende que la Crónica de veinte reyes se formó en dos veces: de una simple abreviación del primer borrador de la Primera Crónica y el borrador de una variante ampliada y continuada de la misma, nació la 1.a parte, hasta la muerte de Fernando II; la 2.a, hasta la de Fernando III, se formó del texto definitivo de la variante aludida y de la Primera Crónica conservada.
Del uso que hace de sus fuentes, cotejado con el de otros que también las utilizaron, deduce que el compilador era poco amigo de fantasías poéticas, llamándolo por ello «el más antiguo historiador castellano dotado de la insistente preocupación de distinguir de la leyenda la verdad histórica». La obra no fue sólo fuente importante de la de 1344, sino que deja su rastro en otras derivaciones de la producción alfonsí; tuvo también mucho eco en los orígenes de la historiografía lusitana por ser la que más atención concedía a lo portugués.
B. Sánchez Alonso