El obispo Eusebio (hacia 265-339/40), biógrafo apologista de Constantino, que señala en los primeros decenios del siglo IV el comienzo, podría decirse, de la época de oro de la literatura patrística, nos ha dejado, además de la gran Historia eclesiástica (v.), que puede en verdad definirse como la biblioteca documentada de los primeros siglos del Cristianismo, una Crónica, o por mejor decir, una Historia varia.
Esta obra, cuyo verdadero título es Cánones cronológicos y epítome de historia de los griegos y de los bárbaros es de una importancia excepcional para el conocimiento de la cultura eclesiástica durante el gran tránsito del Imperio de la profesión pagana a la profesión del Evangelio. De las referencias a esta Crónica hechas por el propio Eusebio en otras obras suyas es lícito deducir que la primera edición fue divulgada hacia el año 303. Según las propias declaraciones del autor, la obra se propone dar, en la primera de las dos partes en que se divide, basándose en fuentes primigenias, un cuadro comparativo de las eras y sistemas cronológicos de los caldeos, asirios, hebreos, egipcios, griegos y romanos, sacados principalmente de las series dinásticas. En la segunda parte, se intenta dar un acuerdo sincrónico de aquellas cronologías etnográficas distintas. No puede decirse que el propósito fuera enteramente original. Ya un siglo antes, Julio Africano había querido establecer una armonía entre las tradiciones históricas de los diversos pueblos paganos y la tradición del judaísmo.
Mas el plan concebido y realizado por Eusebio de Cesarea fue de una amplitud y trabazón orgánica mucho más imponentes. Como convenía a una religión que con Constantino se convertía en la religión principal de todo el Imperio, que es como decir de todo el mundo mediterráneo, era perfectamente lógico que el Cristianismo mostrase sus títulos históricos, reajustándose a la historia universal y a los primitivos orígenes de la humanidad. Por ello el grandioso proyecto de Eusebio habría de tener notables consecuencias en toda la historiografía venidera. Por desgracia sólo poseemos algunos fragmentos del texto original griego de la obra. Pero de su primera parte existe una traducción armenia, y la segunda parte fue traducida íntegra al latín por San Jerónimo, que no se limitó a una labor de traductor, sino que continuó la obra del obispo, interrumpida en el año 325, hasta el año 379. La última edición de la Crónica eusebiana es la aparecida en la gran colección berlinesa: «Die griechischen christlichen Schriftsteller der ersten drei Jahrhunderte».
E. Buonaiuti
* La traducción de San Jerónimo [Chronicon] fue redactada por el gran Padre (hacia el 331/348-420) en el año 379-80 y dedicada a Galiano y Vicente. La primera parte no es más que una simple traducción de la primera parte de la Crónica de Eusebio. La segunda, si bien calcada fielmente sobre Eusebio, está integrada por una serie de tablas sincrónicas en las que figuran, con referencias a diversos cómputos cronológicos (años de Abraham, Olimpíadas, años de la fundación de Roma, fechas de las dinastías), los principales hechos de la historia universal, especialmente de la Historia Sagrada; Jerónimo, cuya obra iba dirigida a los lectores de Occidente, añadió a los hechos expuestos por Eusebio otros muchos nuevos, en su mayor parte pertenecientes a la historia y literatura romanas.
En fin, inspirándose en Eutropio, Suetonio, Rufo, Festo, Amiano Marcelino, Aurelio Víctor y otros, ha continuado la exposición que Eusebio dejó interrumpida, alargándola desde el año vigésimo de Constantino el Grande hasta el 378, año de la muerte de Valente. La obra, redactada en breve tiempo, pero de modo sustancialmente concienzudo, no exenta de algún error de traducción y caracterizada a menudo por la arbitraria elección de hechos insertados por el autor como memorables, ha tenido una gran importancia en el Medievo y ha sido uno de los libros fundamentales que han dado impulso a toda investigación sobre el pasado de la humanidad.
M. Niccou