[Prestuplenie i nakazanie]. Novela de Fedor Dostoievski (Fédor Michajlovic Dostoevskij, 1821-1881), publicada en 1866. Es la primera de las grandes novelas que hicieron célebre en el extranjero el nombre de Dostoievski y todavía hoy perdura como la más conocida y famosa, gracias quizá al atractivo de una situación de fondo policíaco que no elude los grandes efectos.
El protagonista, Raskolnikov (v.), un joven estudiante que ha tenido que dejar la universidad por falta de medios, es impulsado por la miseria, pero principalmente y sobre todo por consideraciones teóricas, a perpetrar el asesinato de una vieja usurera e, incidentalmente, de la hermana de ésta. En la complejidad de los motivos que ocasionan este delito se basa precisamente el núcleo central del cual derivarán luego todas las aventuras de la novela: el alma de Raskolnikov se presenta como el espejo en que se reflejan, entremezclándose, los principales motivos que agitarán su época y su país, desde los ideales sociales de Marx, hasta el superhombre de Nietzsche, o un misticismo renunciador y mesiánico que Dostoievski advertía profundamente en el espíritu ruso. Dos ideas alternan, hasta convertirse en obsesivas, en la mente de Raskolnikov: el bien que sería posible hacer con el dinero que la usurera esconde después de haberlo arrancado a los desgraciados que recurren a ella, y la facultad, propia de un espíritu superior e independiente de la moral, de apoderarse por todos los medios de aquel dinero para emplearlo con fines más justos. Estos dos puntos de vista son esencialmente contradictorios, dirigidos uno de ellos hacia un ideal humanitario, el otro hacia una doctrina del superhombre que distingue rigurosamente a los hombres en «común» de los «elegidos»; y sin embargo se parecen en la ilusión de encontrar ambos, en el delito, una solución.
Y el delito se produce cuando los dos consiguen concretarse en un ejemplo que parece satisfacer su ideología abstracta. Por una parte, en efecto, Raskolnikov recibe la noticia de que su hermana está a punto de sacrificarse contrayendo un matrimonio odioso con el fin de ayudarle a él y de asegurar una vejez tranquila a su madre: el asesinato de una sórdida usurera podría, pues, salvar de la desgracia a un alma noble; por otra parte consigue encontrar una confirmación histórica a sus teorías de los «elegidos»; la fortuna de Napoleón empezó el día en que no dudó el futuro emperador en ametrallar a una multitud indefensa para defender la Constitución; sólo quien es capaz de una independencia espiritual que le coloque por encima de la mayoría y le permita disponer de las vidas humanas sacrificando a los ineptos y nocivos a fines más altos, es digno de grandes empresas. Raskolnikov prepara, pues, con alucinada frialdad su plan, lo realiza y, extenuado por el esfuerzo llevado a cabo, abandona el lugar del delito con un botín muy mísero. Desde este momento sabe, íntimamente, que ha perdido la partida; el dinero robado no es, en efecto, suficiente para resolver, ni siquiera en pequeñísima parte, un ideal de justicia y, por otro lado, sus nervios agitados le advierten que está lejos de poseer la independencia ética que consideraba característica de los espíritus elegidos.
Sin embargo, Raskolnikov no se da por vencido; aun sabiendo que en sus supuestos debía ocultarse una trágica equivocación, persiste en el asunto; y su vida va desarrollándose en dos planos: el primero, en el que se expresa su naturaleza afectiva, y el otro, en el que se desarrolla su ideología descentrada. La parte externa de la novela se mueve en torno a la situación creada por él, siguiendo su fatal revelarse a quienes buscan al asesino, hasta que es embargado por la obsesión de confesar abiertamente a alguien su delito para discutirlo y justificarlo. Los sufrimientos de su conciencia se hacen terribles y piensa en el suicidio; el juez Porfirio Petrovic (v.)> encargado de la instrucción, ha comprendido ya su secreto, pero espera que él mismo se vaya a denunciar; está a punto de detenerle cuando la auto- denuncia falsa de un obrero alucinado, que se confiesa autor del crimen, complica momentáneamente la situación. Después de una larga serie de circunstancias, entre las cuales la más importante es el conocimiento de Sonia Marmeladova (v.), la muchacha que, prostituyéndose, trata de ayudar a su familia y dar de comer a sus hermanitos, y a quien la aproxima la pureza de corazón con que vive su desesperada existencia, el conflicto se resuelve. Inducido por Sonia, Raskolnikov se dirige a la policía y confiesa. Pero la purificación sólo se producirá más tarde; condenado a la deportación en Siberia, Raskolnikov sigue llevando en sí la convicción de no haber cometido ningún crimen, sino de haberse equivocado matando inútilmente. Sólo la presencia de Sonia, que le ha seguido, conseguirá liberarle de la obsesión ideológica para hacer triunfar en él el sentido de solidaridad con todos los hombres.
En torno a este asunto se desenvuelven otros no menos ricos en motivos dramáticos: así el de la familia Mermeládov, donde el padre, alcoholizado y embrutecido, vive sólo de la admiración hacia su segunda mujer, Catalina Ivanovna, y del afecto de su hija Sonia, aun sabiendo que ha arruinado a las dos con su vida de miseria y vicio. Junto a él vemos perfilarse la figura de Catalina, que, después de haber impulsado a su hijastra a prostituirse, pasa una noche a su lado sollozando y besándole las manos con loco agradecimiento. Paralelamente se desarrollan los episodios que se refieren a Dunja, hermana de Raskolnikov; al principio consiente en la boda con el acaudalado y rudo Ludzin; cuando el hermano ha conseguido evitar dicho matrimonio, es perseguida por Svidrigailov, un propietario en cuya casa había sido institutriz y que, para poderse casar con ella, ha envenenado a su mujer. Una noche el desgraciado consigue atraerla a su casa; Dunja se defiende con el revólver y el hombre, convencido ya de su abyección, se mata. Así que Crimen y castigo se nos aparece como la novela de la perdición que, precisamente en lo más profundo, encuentra una luz que la redime. En todos estos personajes podemos seguir la decadencia de una fundamental bondad humana y, sin embargó, cuando toda esperanza parece haberse extinguido en el horror, brilla todavía una chispa: el hombre bestializado revela inesperadamente su antigua naturaleza angélica.
El naturalismo admiró sobre todo en esta novela la minucia del análisis psicológico; incluso psiquíatras y criminalistas estudiaron las reacciones de Raskolnikov como si se tratase de un tema de investigación científica. Y, en realidad, Dostoievski no estaba libre, al escribirla, de influencias naturalistas. Pero, sobre todo, se enfrentaba con un problema que la reciente especulación rusa había sacado de la tradición europea y en la segunda mitad del siglo pasado devolvía como fundamental a la vieja Europa, donde una búsqueda más ágil y sutil desperdigaba en múltiples orientaciones las líneas esenciales, hasta no reconocerlo ya. Y era siempre el antiguo problema el que ponía en contraste una mentalidad humanista con una mentalidad religiosa; desde el Renacimiento en adelante había quedado sin resolver, aunque el espíritu europeo se hubiese ilusionado varias veces con su superación; había de corresponderle a la literatura rusa, sobre cuyo fondo místico se agitaban inquietos entusiasmos por la posibilidad de una dialéctica aprendida en los epígonos de la Ilustración, el afán de revivirlo en su esencialidad con ímpetu virginal. Pero, si Tolstoi proyecta esta antítesis en un sentido cósmico en el que encuentra una contemplativa conciliación, Dostoievski lo centra en el espíritu humano, lo aísla en el drama íntimo del individuo donde se agita con ímpetu febril.
Crimen y castigo es una novela sólo de personajes en torno a quienes no hay espacio; algún aspecto de calle, algún interior espectral, algún retazo de campo aparecen apenas como visiones fragmentarias de sueño entre un solo complejo de pensamientos y afectos; quizá nunca como aquí la secreta interioridad del hombre ha alcanzado una soledad tan completa y desesperada. En un extremo de este aislamiento está un ideal de absoluto poderío, en el otro el del amor absoluto; pero ambos términos permanecen fuera, posibilidades inalcanzables entre las cuales perdura el drama de la contingencia, el presente concreto de un espíritu que se ha acostumbrado a aceptar el contraste por el contraste, igualmente incapaz de abandonarse por completo a uno u otro de sus extremos. En dicha actitud radican los límites de Dostoievski; cuando trató de superarlos imaginando una continuación en los Hermanos Karamazov (v.) el intento quedó incompleto. Igual que Ivan Karamazov (v.), Raskolnikov tiende sin saberlo a vivir intensamente la posibilidad de una doble existencia: el sentido heroico de la vida se le revela solamente en la irreconciliabilidad de sus tendencias opuestas, y, cuando más se compenetran sin fundirse ni resolverse, más se embriaga. Por esto, a medida que se afirma en su alma una purificación, a medida que la presencia de Sonja le conduce hacia el amor, su figura palidece; y al fin, cuando una nueva aurora parece surgir para él, el personaje desaparece; su salvación nos es anunciada, pero nosotros no la vemos, como tampoco la ve Dostoievski, que, sin embargo, cree y quiere creer.
De ahí todo lo que en Crimen y castigo acaba pareciendo amaneramiento y fórmula y da valor central a la gran trama policíaca. [La primera traducción castellana fue la de Francisco F. Villegas (Madrid, 1901). Las mejores y más fieles son las de Alfonso Nadal (Madrid, 1930), y sobre todo la de Rafael Cansinos Assens en Obras completas (Madrid, 1935), varias veces reimpresas].
U. Déttore
Dostoievski, el único que me ha enseñado algo en psicología. (Nietzsche)
No conozco escritor con más contradicciones e inconsecuencias que Dostoievski. Nietzsche diría «antagonismos». Si hubiese sido filósofo en lugar de novelista, hubiera intentado ciertamente poner sus ideas de manifiesto y hubiéramos perdido lo mejor. (A. Gide)
Dostoievski conduce al hombre por los caminos extremos de lo arbitrario y la rebelión, para revelar que con lo arbitrario se mata la libertad y con la rebelión se niega al hombre. (Berdiaev)
Los dos largos volúmenes sólo contienen la sucesión de los sentimientos, de las visiones y de los pensamientos creados por la imaginación del héroe y que su conciencia desarrolla. Sólo encierran un número mínimo de horas; pero cada instante de estas horas está completamente vaciado de su esencia pesada y de su acción, de sus ecos y de sus contragolpes. Dicha obra, cuando es captada, aparece como la maravilla largamente deseada por el espíritu; el arte es, por fin, el sueño de la vida que, también ella, es un sueño. (A. Suarés)
Las ideas religiosas y políticas de Dostoievski no tienen en el cuerpo de la novela cualidades ejecutivas, valen como ficciones del mismo orden que la cara de los personajes o que sus frenéticas pasiones. (J. Ortega y Gasset)
Fue la revelación fundamental de Dostoievski, piedra angular de su futura concepción filosófica; una revelación de la mística culpa de la personalidad que se encierra en su aislamiento, y que precisamente por este aislamiento permanece cortada fuera del vínculo unitario de la humanidad y por ello también de la esfera de acción de la ley moral. (V. Ivánov)