[Frühlingskranz]. Novela epistolar de Bettina Brentano (1785-1859), última de las tres que la escritora alemana compuso después de la muerte de su marido, el poeta Achim von Arnim, cuando, volviendo a contemplar el pasado desde su soledad, pensó en dar forma a los infinitos fantasmas poéticos que llenaban su corazón. Fue publicada en 1844. Está integrada por recuerdos y sueños, enriquecida con muchas de las cartas cambiadas entre Bettina y su hermano Clemens entre 1801 y 1803: desde el año de su «primer encuentro», después de los años universitarios de Clemens, hasta el matrimonio del mismo con la poetisa Sofía Mereau. A través del epistolario, seguimos a Bettina en los años de su primera y feliz infancia en Frankfurt del Main entre numerosos hermanos; más adelante, en su triste estancia junto a su tía von Móhn, severa y ceñuda; en el hermoso colegio de las ursulinas de Fritzlar; en las peregrinaciones sucesivas a Frankfurt, a Offenbach, a Winkel…
La seguimos en las horas de luz y de tinieblas que sobrevinieron para su familia: el matrimonio de algunos de sus hermanos y hermanas, la muerte del padre y de una hermana. Entre todas las figuras de los familiares y de los amigos (Achim von Arnim, conocido en aquellos años, Carolina von Günderode, la pequeña bordadora Violeta) emerge la del hermano Clemens, el predilecto de Bettina por la profunda afinidad de sus respectivos espíritus. Criaturas que viven más de sueños que de realidad, comenzaron a comprenderse, cuando siendo ella una adolescente, salió del colegio. El encuentro con el hermano está descrito con gran sencillez y, unas veces con extática contemplación y otras con viva representación, describe la íntima ternura recíproca que les unió inmediatamente y que hizo decir a Bettina que a Clemens debía «la vida del espíritu». También para ésta como para otras obras de la Brentano, la crítica, tras un período inicial de admiración, se ha preguntado si el epistolario sería o no auténtico; Loeper y otros, lanzados en esta dirección, descubrieron hacia 1880 la autenticidad de muchas cartas. De todos modos, si no todo el epistolario es auténtico en la letra, lo es ciertamente en el espíritu; y, por otra parte, lo que constituye su verdadero valor, como lo que constituye el valor de las demás novelas epistolares de Bettina, es la unión constante de la fantasía con la realidad, y ello hace que la autora sea uno de los auténticos poetas del Romanticismo alemán.
A. Musa