Novela histórica en ocho libros de Jenofonte, ateniense (427?-355? a. de C.), que debe catalogarse más que con sus obras históricas, con las de contenido filosoficosocrático, como Los dichos memorables (v.) y la Apología de Sócrates (v.). El autor narra en ella, además de la educación, como indica el título, toda la vida de Ciro el Viejo, del cual ya se habían ocupado, entre los griegos, Hero- doto (Historias, v. I, 107/130) y Ctesias, el médico que había vivido en la corte de Artajerjes, contemporáneo de Jenofonte. A pesar de ser un personaje histórico, Ciro había vivido en tiempos y lugares lo bastante lejanos para que Jenofonte pudiera idealizar libremente sus empresas numerosas y notables, y hacer de él aquel modelo de hombres y de monarcas que el escritor acariciaba bajo el influjo de la filosofía socrática y de su ideal aristocrático de inclinación lacedemónica. Que el propio autor no aspiraba a la exactitud histórica, lo demuestra, además del amor con que se detiene a narrar pequeños episodios de la infancia de Ciro, o en describir el esplendor de las cacerías, o el fausto de las costumbres orientales, la circunstancia de que haga morir a Ciro de muerte natural, cuando estaba históricamente atestiguado, incluso por Hero- doto, que había muerto en batalla contra los masagetas: y ello, sólo para poder poner en boca de Ciro las famosas palabras (traducidas por Cicerón en el último capítulo del Catón Mayor, v.) con las cuales exhorta a sus hijos, y a sus amigos, a la justicia, al amor y a la paz.
En el primer libro de la Ciropedia, dedicado de manera particular a la narración de la infancia y la adolescencia de Ciro, éste se nos muestra dotado de las mismas cualidades de conductor, de ardor, de gustos y de carácter que distinguían a Ciro el Joven, como el mismo Jenofonte nos lo representó en la Anábasis (v.). Notable es, en esta parte de su obra, la fantástica descripción de los sistemas pedagógicos persas, con la educación de los jóvenes en común, donde aparecen temas tratados por Platón en su República (v.) y repetidos después por todos los que, desde Thomas Moore a Campanella, trazaron los perfiles ideales de un Estado con base comunista. Luego de haber aprendido a obedecer por medio de tan severa disciplina, Ciro está preparado, como el propio Jenofonte nos lo dice, para mandar bien y lo demuestra cuando, con un ejército muy inferior en número, pero bien adiestrado y. aguerrido, consigue vencer a los armenios, a los caldeos y, sobre todo, a los asirios, que amenazaban a su tío Ciaxares, rey de los medos. Dictadas después sabias disposiciones en ventaja de los súbditos y ganado el favor y la ayuda de nuevos pueblos, Ciro reanuda la guerra contra los asirios y sus aliados, vence entre éstos a los lidios con su rey Creso, a los egipcios, a los babilonios, y vuelve a Persia, y de allí a Media, donde se casa con la hija de Ciaxares; vuelve después a Babilonia, dilata con ulteriores conquistas su imperio, que se extiende así del mar Negro a Etiopía, y, finalmente, después de un nuevo viaje a Persia, muere expresando a sus hijos su testamento espiritual.
A pesar de las muchas inexactitudes históricas y geográficas y la prolijidad de algunos pasajes de propósito más particularmente moral y pedagógico, esta obra alcanzó un gran éxito entre antiguos y modernos. Por la pericia con que son tratadas las partes de técnica militar, fue obra predilecta de los grandes generales romanos, como Escipión y Lúculo, mientras Maquiavelo la tomó por modelo al componer la Vida de Castruccio Castracane (v.). Su lenguaje, muy cuidado, no es del todo puro; su estilo es siempre límpido y llano, algo común en algunos trozos, pero en general dotado de elegancia y de gracia propias para dar relieve a su elemento dramático. Son notables la sencillez y la espontaneidad que constituyen tal vez el máximo valor de toda la obra de Jenofonte. [La mejor traducción clásica, que es al mismo tiempo la primera, es la del secretario Diego Gracián, en Las obras de Xenophon trasladadas de griego en castellano (Salamanca, 1552), infinitas veces reimpresa, revisada y corregida, hasta nuestros días.
C. Schick
* En tiempos modernos las conquistas del gran caudillo persa han ofrecido argumento a diversas obras que forman, en torno a su figura casi legendaria, una notable tradición literaria y musical.
* La literatura recuerda ante todo el .Gran Ciro (v.) de Madeleine de Scudéry, publicado en 1653. Le sigue el Ciro reconocido [Ciro riconosciuto], de Pietro Metastasio (1698-1782), melodrama perteneciente a la producción más tardía del poeta; figura entre sus obras más a menudo musicadas y en el siglo XVII divulgó la historia de Ciro.
* En música se recuerda la ópera Ciro de Francesco Provenzale (16249-1704), representada en Nápoles en 1653; la de Francesco Cavalli (1602-1676), en 1655; el Ciro de Attilio Ariosti (1666-1740), representado en Londres en 1721. Además de la larga serie de los Ciro Riconosciuto, compuestos según el libreto de Metastasio: por Antonio Caldara (1670-1736), Viena, 1736; Leonardo Leo (1694- 1744), Nápoles, 1737; Nicoló Jommelli (1714- 1744), Bolonia, 1744; de Johann Adolph Has- se (1699-1783), Dresde, 1751; Giuseppe Sarti (1729-1802), Copenhague, 1756; siguen otros de menor importancia.
* Una ópera sobre el mismo asunto titulada Ciro in Babilonia fue compuesta por Gioacchino Rossini (1792-1868). Es la quinta que escribió el autor y no ofrece gran interés; en su primera representación, en Ferrara, en 1812, fue mal acogida. Una de sus arias más logradas fue utilizada más tarde por Rossini en el Barbero de Sevilla (v.), y transformada en. la famosa cavatina: «Ecco ridente in cielo».