[Lettres]. Dentro de la producción literaria de aquel hombre de mundo, de armas y de cultura que fue Charles de Saint-Evremond (1616- 1703), las Cartas son su expresión más característica. En ellas se mueve libremente mientras un espíritu vivo e inquieto hace más profundas sus agudezas literarias y «libertinas», en las que, sin jamás rebasar los límites de la mentalidad clasicista francesa de su época, discurre y discute de filosofía y de literatura, con un estilo y un espíritu que parece pertenecer a lo mejor del siglo XVIII. Las cartas más notables por su elegante confianza y su intrínseco interés, están dirigidas a la duquesa de Mazarino, de cuyo salón fue asiduo en su exilio de Londres. Reaparecen en ellas temas y esbozos basados en los estudios que Saint- Evremond estaba haciendo sobre asuntos de carácter histórico, como las Observaciones sobre Salustio y Tácito, que todavía hoy pueden leerse con provecho, y las Reflexiones sobre los varios genios del pueblo romano, que Montesquieu tendrá en cuenta en sus Consideraciones (v.). Las opiniones acerca de temas literarios que en estas cartas se encuentran, se refieren a la Comedia de los Académicos, una sátira contra la Academia francesa. Gran admirador de Corneille, Saint- Evremond le considera superior a Racine; pero su buen sentido le impide ponerse de parte de los antiguos en la «Querelle des anciens et des modernes»: «Quiero — escribía a la duquesa de Mazarino — que el espíritu de los antiguos nos inspire; pero no quiero que tomemos lo que es propiamente suyo. Quiero que nos enseñen a pensar bien; pero no me gusta servirme de sus pensamientos.»
L. Rodelli
El carácter de Saint-Evremond es una superioridad desenvuelta; no sabría definirlo mejor que como una especie de Montaigne atenuado. (Sainte-Beuve)