Diálogo del retor greco-siríaco Luciano de Samosata (c. 125-180 d. de C.). Por el arte con que está escrito y por los conceptos que expresa es digno de ser contado entre los mejores. Caronte, que sale por primera vez del Hades en compañía y bajo la guía de Hermes, observa desde lo alto de las montañas las vidas de los hombres; los ve agitados por pasiones e ilusiones vanas, por continuas incertidumbres y desengaños, por afanes y esperanzas que muy raramente pueden realizar porque les sorprende la que es común a todos e inevitable, pero de la cual los hombres, neciamente, no suelen hacer ningún caso: la Muerte. Compadecido por el triste estado de la humanidad, Caronte, para ponerle remedio, quisiera gritar a los hombres la verdad y demostrarles lo vano que es todo trabajo y cómo se dejan turbar por puras apariencias, fantasmas de felicidad que . acaban siendo la causa de todos sus dolores; pero Hermes le retiene, porque ya ha tenido manera de conocer la naturaleza humana y sabe que los hombres voluntariamente se privan del conocimiento de la verdad aplicando a las fuerzas de su intelecto el método de Ulises (ve que, taponando con cera los oídos de sus compañeros, les impedía oír el canto de las Sirenas. La ignorancia es, para las mentes humanas, lo mismo que el agua del Retes para las almas de los muertos; las hace olvidarse incluso de sí mismas.
Los continuos recuerdos y las comparaciones mitológicas, así como las alusiones a la vida del más allá, tan naturales y adecuadas a las divinidades del Infierno que son protagonistas de esta obra, contribuyen a darle un colorido vivo y real; el concepto moral que quiere expresar es semejante al de muchas otras obras de Luciano, ante todo los Diálogos de los muertos (v.), el Viaje a los Infiernos (v.), Menipo o la Necromancia; aun cuando no sea muy profundo, es siempre sinceramente sentido por el autor, el cual afirma ser necesario sacrificar a la tranquilidad de la vida los deseos y las esperanzas demasiado altos, y tener siempre presente, no como causa de tristeza, sino como realidad, la vanidad de las cosas humanas. Este concepto está ilustrado por episodios míticos e históricos, entre los cuales es notable el diálogo entre Creso y Solón (cap. 10-12), tomado de las Historias (v.) de Herodoto y puesto en particular relieve por el estilo de gran fuerza y brillantez y el dramatismo vivo y sin desfallecimientos que impregnan todo el diálogo.
C. Schick