Obra de la poetisa española Rosalía de Castro (1837-1885), publicada en Vigo en 1863. Rosalía de Castro con este libro que señala la cumbre del renacimiento de las letras regionales que tuvo lugar en el siglo XIX, se proponía ofrecer una imagen fiel de la Galicia campestre que tanto amaba y conocía: los paisajes, las romerías, las ferias, las costumbres pueblerinas, los cantos populares, el dolor de la emigración, el sufrimiento de los pobres, la astucia y misantropía de los labradores, etc. Todo esto debía estar presente en las estrofas de los Cantares gallegos, a fin de que no continuara siendo olvidado o falsificado. Y así lo hizo, hasta tal punto que no existe mejor ni más auténtico retrato literario de Galicia que éste. En los Cantares gallegos Galicia aparece alegre y divertida, pero no falta el desgarro de algunas imprecaciones ni el brillar de algunas lágrimas. La ironía aparece mezclada con la piedad, la gracia con la melancolía, esta otra gran manifestación del espíritu gallego: es agridulce. Es un libro lleno de sonrisas, pero de su encanto agreste, de su simplicidad, es necesario separar algunos poemas, de entre los mejores, que anuncian ya al poeta doloroso de Hojas nuevas (v.) y A orillas del Sar (v.).
Una de estas composiciones, la que comienza «Adiós ríos, adiós fontes» fue el germen de los Cantares gallegos y la autora la escribió a los veinticuatro años durante su destierro castellano; el resto de los Cantares debió escribirlos a marchas forzadas, según las exigencias del impresor. Todos ellos son una despedida del paisaje nativo: «Campanas de Bastabalos», contemplativo y melancólico: «Airiños, airiños, aires» refleja la nostalgia de la patria; «Como chove mindiño» — un lamento por el bien perdido y por la felicidad de los antiguos días juveniles— completan la serie de las cuatro inmortales elegías que definen para siempre la esencia y la varia coloración de la melancolía. En este libro destaca la libertad de inspiración y una naturalidad, una ausencia de énfasis que seducen al lector. La palabra es fácil y musical. El frecuente uso del tierno diminutivo gallego le proporciona un encanto especial. La lengua no es académica, sino popular, está muy lejos de las restauraciones arqueológicas de algunos poetas posteriores que recurrieron a los cancioneros medievales para enriquecer su léxico, e incluso se puede afirmar que Rosalía usa, sin ennoblecerlo, un lenguaje un poco degradado, mezcla de gallego y de castellano, que actualmente se emplea en el país. Cantares gallegos representan también una total identificación del poeta con el pueblo, hasta el punto que éstos versos van de boca en boca como anónimos, incorporados al acervo de la poesía popular.
C. Martínez Barbeito