Canciones de Folquet de Marsella

Este trovador nació en Marsella, pero era hijo de un mercader genovés; su actividad poé­tica se coloca entre 1175 y 1200, y se iden­tifica con seguridad con aquel Fulco que fue Obispo de Tolosa (m. 1231), y combatió como tal a los albigenses con despiadado rigor. Se le atribuyen con seguridad catorce canciones (según algunos diecinueve), un «partimén», un «planh», una «cobla» satíri­ca, dos «canciones de cruzada» y una «alba» religiosa. Dante lo coloca, en el «Paraíso», en el cielo de Venus entre los «espíritus amantes» [«spiriti amanti»; canto IX, w. 82- 142]; y no alude a su actividad poética (pero en su Vulgar elocuencia, v., cita de él la canción «Tan n’abelis l’amoros pensamen» como ejemplo del «gradus constructionis excellentissimus»); pero en cierto modo alude en aquel canto a esta actividad poética cuando hace decir a Folquet que sintió vivísima en el mundo la influencia de la estrella Venus y le hace hablar, precisa­mente, de su «ardor de amor», del cual es reflejo su obra de poeta (vv. 97-99: «Che piü non arse la figlia di Belo / noiando ed a Sicheo ed a Creusa / di me, in fin che si convenne al pelo»; y éste último verso alude evidentemente a su conversión a la vida religiosa, de la cual nos da testimonio su antiguo biógrafo: «abandonet lo mon e rendet se a l’orden de Cistel…»; que tuvo lugar, por lo tanto, después de alcanzar el poeta la edad provecta). Folquet es el ter­cer trovador después de Peire d’Alvernha y Giraut de Bornelh a quien en los cancio­neros se reserva una puesto de honor (v. Versos de Peire d’Alvernha y Canciones de Giraut de Bornelh); lo cual nos demuestra la alta estimación de que gozó el poeta por parte de los cultivadores medievales de la poesía cortesana.

A nosotros, en cambio, la poesía de Folquet no nos parece particular­mente notable en el cuadro de la tradición trovadoresca. Desde luego se pueden hallar en ella finura de pensamiento y gracia de formas, pero no acentos verdaderamente personales o particularmente intensos. En todo caso, si algo nos llama la atención es el carácter culto o, mejor dicho, «docto» de la poesía del obispo trovador. Un crítico ilustre ha observado como característica del estilo de Folquet una «aplicación me­tódica de los procedimientos de la escolás­tica a los viejos lugares comunes de la can­ción», al reanudar los cuales el poeta aplica los recursos de un espíritu meticuloso y preciso, ejercitado en la sutileza de la escuela, en sacar de cada uno de ellos «to­das las consecuencias posibles, hasta las más absurdas: el Seicento italiano, con su manía por los juegos de palabras, no ha producido nunca nada más laboriosamente pueril»; y otro crítico ha subrayado la gran artificiosidad del estilo de Folquet, en cuyas poesías se presentan a cada momento aforis­mos y sentencias, personificaciones, para­dojas. Es notable la circunstancia de que el poeta se sirva, con frecuencia, de motivos derivados de la literatura clásica. De estos motivos algunos son ovidianos, del Arte amatoria (v.), de los Amores (v.), de las Metamorfosis (v.), de los que Folquet había adquirido conocimiento directo en las es­cuelas; otros son «sentencias» de Publilio Siró y de Séneca en su mayor parte toma­das de los florilegios tan abundantemen­te usados en las escuelas medievales. Es igualmente notable el hecho de que sea muy reconocible en Folquet una evidente imitación de motivos de los más grandes creadores que le precedieron; porque tam­bién esto confirma su característica de poe­ta culto que, de buen grado y consciente­mente, se enlaza con la tradición literaria. Más que las poesías de amor nos place a nosotros el Planh por la muerte de su amigo y señor, el vizconde Barral de Beaux, (y al parecer el dolor de esta pérdida, se­gún el antiguo biógrafo, contribuyó podero­samente a alejar al trovador del mundo y de la poesía), donde se hallan acentos con­movidos y vivas imágenes. «Como un en­fermo que se halla tan abrumado por su mal que ya no siente dolor, yo no siento ni tristeza… Cuanto más elevado estabais, tanto más hondo habéis caído, como flor, que tanto más pronto se desvanece cuanto más bella es». Debemos destacar, también, el «alba» religiosa, por la elevación de su pensamiento y la grave sencillez de su forma.

A. Viscardi