[Canzoniere]. La variedad de las fuentes de este Cancionero nos indica la profunda cultura y el interés que por la filosofía sintió Lorenzo de Médicis (1449-1492), desde joven; pues no se contenta con el consabido Petrarca, sino que se vale primero del «stil novo» (v.), más rico en teorías sobre el amor, e intenta unificar esas reminiscencias con la doctrina amorosa del neoplatonismo, llegada a él a través de Marsilio Ficino. Doctrinas y poesías místicas, gratas al sueño de un amor de juventud, pero que también contribuían a acentuar su tendencia a la abstracción metafísica. Imitando la Vida Nueva (v.), nuestro autor escribió para sus rimas, un comentario, en una prosa de áulica sonoridad, con el que puso al descubierto su esqueleto racional, con una precisión de pedante, como si se tratara de una demostración científica y no de unos epigramáticos juegos de palabras, de discusiones galantes, y dando al lector la sensación de que están construidas en frío, por un mecánico juego del cerebro, que silogiza, cavila y extrae unos conceptos muy sutiles.
De esta forma se presenta la mayor parte de las rimas, pero no todas, afortunadamente, pues la poesía consigue a veces librarse de los lazos de la lógica, sobre todo cuando Lorenzo ve con sencillez una situación concreta. Célebres son algunos sonetos idílicos, llenos de una gracia y de una elegancia verdaderamente arcádicas, como el «Soneto de las Rosas» y aquel «A Venus, hecho sobre el rimar» («Abandona tu isla tan querida» [«Lascia l’isola tua tanto diletta»]). Pero una poesía más pura y personal se encuentra en otros sonetos menos célebres, donde brota todo su afecto, con el sentido de humana intimidad, de dulce ternura, que es la nota propia del autor como poeta amoroso, y que volverá a aparecer en las Selvas (v. Selvas de amor). Hay que recordar principalmente el «Soneto escrito al Duque de Calabria en nombre de una mujer»: ésta no lamenta haber perdido la castidad y la libertad, sino que la abandonaran, y llora por su vida quebrantada, y su inútil belleza; como único consuelo y tormento le queda el recuerdo de la hora que fue la causa de su felicidad y de su dolor. Drama humano, sencillo y sincero, de gran sutileza psicológica, aunque la narración resulte algo prosaica. También son excelentes las descripciones de las abejas y de las hormigas, donde se encuentra el verdadero realista, que no pinta tan sólo las apariencias exteriores, sino las almas de los animales: la alegría de la laboriosidad, más mezquina y fatigosa en las hormigas, más fácil y jocosa en las abejas.
E. Rho
En su Cancionero aparecen formas e ideas convencionales; pero también domina el espíritu; encontramos a veces un sentimiento idílico y una vivacidad de imaginación que nos refresca y nos hace seguir nuestro camino con paciencia. (De Sanctis)