Pertenece al grupo de los Upanisad (v.) más antiguos escritos en prosa, y se remonta quizás al 600 antes de Cristo. Se puede dividir en tres partes, quizás en su origen independientes: la primera comprende los capítulos I y II, la segunda los III y IV, la tercera los V-VI. El primer capítulo está dividido en seis «bráhmana» (v.). El autor se eleva de lo múltiple a lo uno, identificando las fuerzas cósmicas con partes del cuerpo de un caballo simbólico. En el segundo medita acerca del origen de las cosas: el universo suscita un principio vital, después se escinde en tres partes, fuego, sol y viento, se acopla con la palabra y engendra cuanto contiene el universo, y después se identifica con el caballo sacrificatorio y lo sacrifica a sí mismo. En el tercero se narra cómo los demonios quisieron vencer a los dioses y recurrieron a los «udgitha» o partes medias del versículo litúrgico; pero los dioses les llevan ventaja, pues todo se puede obtener con el canto sagrado. El cuarto «bráhmana» habla del origen del hombre y de la mujer, que una vez formaron un solo ser y después se dividieron en dos; se explica, después, la generación de animales, macho y hembra; todos proceden de la primera pareja humana, en cuanto hombre y mujer asumen la forma de varios animales: caballo y yegua, macho cabrío y cabra, y así sucesivamente; todo procede del «brahman – átman».
En el quinto «bráhmana» se habla de la comida como substrato del todo; el sexto trata de la composición del mundo, que consta de tres elementos: nombre, forma y acción. En el segundo capítulo, dividido también en seis «brámana», un docto brahmán explica al rey de Benarés Ajátasatru en qué consiste el «brahman», que es sucesivamente identificado con los espíritus del sol, de la luna, del rayo, de la atmósfera, del viento, etc.; pero el rey no se conforma con eso, enseña al brahmán que Brahman es el espíritu del hombre («átman»). «Como la araña se expande por medio de sus hilos, como del fuego brotan las chispas, así emanan de este ”átman” todos los espíritus vitales, todos los mundos, todos los dioses, todos los seres» (20). En el segundo «bráhmana», el espíritu vital es identificado con un potro; en el tercero se examinan las dos formas del «brahman», la corpórea e incorpórea; en el cuarto sostiene un coloquio Maitreyi y Yájnavalkya acerca de la inmortalidad; el «átman» lo es todo, aunque no se le vea. Como un trozo de sal, echado en el agua, se disuelve en ella, y no se la puede recoger de nuevo, sino que el agua queda toda salada, en cualquier parte de donde se pruebe así precisamente ese gran ser, infinito y sin límites, emerge como un bloque de conocimiento de esos elementos, y de nuevo se disuelve en el interior de ellas. En el quinto «brahmana», el «brahman» es contrapuesto a los diversos elementos corpóreos; y en el sexto figura la lista de los más principales. En el tercer capítulo el rey Janaka promete un premio consistente en vacas al brahmán más docto; Yájñavalkya se adelanta; interrogado acerca de varias cuestiones, expone su saber. Este capítulo está dividido en 9 «bráhmana». En el segundo, Yájñavalkya expone la doctrina del karma, o acción que condiciona el renacimiento.
El «átman» es señalado como el principio supremo. En el cuarto capítulo, dividido en seis «bráhmana», figuran discusiones sutiles entre Yájñavalkya y el rey Janaka, esto es, acerca del espíritu vital, y sobre su inmortalidad. «Como el águila o el halcón, después de haberse cernido en el aire, dobla sus alas y se retira al lugar de reposo; así este espíritu se apresura hacia ese estado, en el cual, profundamente dormido, no siente ya deseos, ni ve sueños» (IV, 3, 10). El capítulo V se divide en 15 «bráhmana» breves; el espíritu («átman») reside en el corazón y es identificado con el rayo y con la palabra; en el momento de la muerte el espíritu, por medio del viento, alcanza el sol, después la luna y finalmente el mundo, que no conoce calor ni frío, donde habita durante innumerables años (V, 10). El capítulo VI está dividido en cinco «bráhmana» y trata también del «átman-brahman». Se halla en él (I, 7) la versión hindú del apólogo de Menenio Agripa; el hombre es identificado con el espíritu vital, no con las partes separadas de su cuerpo. El tercer «bráhmana» contiene un elogio de la piedad. En el cuarto se habla de la creación del hombre y de la mujer por obra de Prajápati. Es inútil buscar en esta Upanisad una exposición lógica de las ideas; un pensamiento domina en él: la identidad de «átman» y «brahman», del alma individual y de la universal. Pensamientos profundos, imágenes luminosas, irrumpen aquí y allá para ilustrar esta idea del panteísmo. Traducción italiana de F. Belloni Filipi en: Due Upanisad-La dottrina arcana del Bianco e del Ñero Jajurveda (Lanciano, 1912).
A. M. Pizzagalli