Bodas de Sangre, Federico García Lorca

Drama en tres ac­tos y siete cuadros, del poeta granadino Federico García Lorca (1899-3936), escrito en 1933. La Madre, el Novio., la Novia y Leonardo son los personajes principales de la obra; los tres primeros no tienen nom­bre, como si sugiriesen una aventura eterna de la que sólo cambia los elementos ac­cesorios. Leonardo ha amado a la Novia y ha sido correspondido, pero, rechazado por el padre debido a la dudosa moralidad de su familia, se ha casado con otra mujer. La Novia desde hace años se siente como asediada por el deseo de Leonardo y espera la boda como una liberación. El primero que llega entre los invitados es Leonardo, y el recuerdo del pasado se hace tan apre­miante entre ambos que, celebrada la cere­monia nupcial, le recién casada huye con su antiguo pretendiente. El Novio los al­canza y, en un duelo con el raptor, le qui­ta la vida a la vez que pierde la suya. Pero más que en la obsesión erótica de la Novia, la tragedia se basa en los presagios de la Madre, que quedó viuda por un crimen, perdió a consecuencia de otro a uno de sus hijos, y ve en la muerte violenta el desti­no de los hombres. Las mujeres podrían vi­vir una vida de silencio y de paz, si el mezclarse con los destinos varoniles no las condenase a la continua y angustiosa espera de la muerte; el pequeño proyectil, la punta sutil de un cuchillo, abaten en un instante a hombres fuertes como toros, arrancándolos de los trabajos de vida y amor fecun­do.

De ese modo Bodas de sangre, tragedia de la maternidad inútil, se enlaza con otra obra de García Lorca, Yerma (v.), tragedia de la maternidad imposible. Como en la poesía antigua, también el teatro de García Lorca enlaza con las raíces populares de la tradición (piénsese en el Lope de los «ro­mances» y de los dramas de costumbres): en este sentido, pudo ayudarle también el ejemplo lejano del D’Annunzio de la Hija de lorio (v.) y el más próximo de Valle- Inclán de las Comedias bárbaras (v.). Pero Lorca está libre de todo esteticismo deca­dente; descarta enérgicamente todo lo li­bresco y se detiene en subrayar los senti­mientos elementales, primordiales de los hombres, voces del corazón que son voces eternas de la vida, buscando su superior categoría artística y su carácter excepcio­nal en la intensidad de la expresión.

A. R. Ferrarin