Biblioteca Histórica, Diodoro Sículo

Por su plan ambicioso de componer una historia universal, Diodoro Sículo (ha­cia 90-20 a. de C.) es uno de los últimos representantes de una tendencia historio- gráfica que, iniciada por Eforo, cuenta, jun­to a muchos nombres insignificantes, los nombres gloriosos de Polibio y de Posidonio. Pero aunque Diodoro no ignorase los principios más sanos de la historiografía griega, que expone detalladamente en el proemio de su libro, la investigación se ha­lla en él sustituida por la erudición, y el interés por los más importantes aspectos de la vida humana está sofocado por una vana tendencia .moralizadora y, además, por la preocupación retórica de componer una obra multivariada y patética. Los cuarenta li­bros de la Biblioteca histórica (el título dice que esta obra debía sustituir a las obras históricas parciales escritas anterior­mente) narraban las hazañas de los griegos y de los bárbaros desde los tiempos míticos hasta el año 54 a. de C. Hasta nosotros han llegado los libros 1-5 (historia de los egip­cios, asirios, meaos, escitas, etíopes, libios; mitología griega; descripción de las islas con digresiones sobre los pueblos de Occi­dente) y los libros 11-20 (480-302 a. de C.).

Se trata en sustancia de una serie de extrac­tos, ya que Diodoro se limitaba a transcri­bir los autores que tomaba como fuentes para cada una de las partes de la obra, sin citarlos siquiera, según era costumbre entre los antiguos. Sin embargo, el valor histó­rico y literario de la narración de Diodoro reside en el de sus fuentes, pues es tal la incapacidad del escritor, que es muy fácil distinguir lo poco que es posible atribuirle, es decir, las fórmulas de transición de unos pasajes a otros, los sincronismos estableci­dos siguiendo a un cronógrafo griego y los proemios de los diversos libros. Estos son, para nosotros, de un gran interés, dado que hemos perdido gran parte de la his­toriografía antigua; con todo, parece que Diodoro se limitó a copiar o recomponer las fuentes que utilizó. Contienen las alaban­zas de la virtud y el vituperio de los vicios de los personajes, o bien banales amones­taciones históricas (los vicios y las intem­perancias arruinan a los hombres y a los pueblos; la suerte es mutable; también es precisa la medida en el bien, etc.) o bien exponen los criterios o el argumento de la narración. Si la obra de Diodoro ha llegado hasta nosotros, no ha sido seguramente por las dotes de pensador o de estilista de su autor, sino el favor que en los tiempos de poca cultura gozaron las obras de divul­gación y los compendios.

A. Passerini