Esta novela, que probablemente se remonta al siglo XIII, aunque presenta huellas de una reelaboración del siglo XV, corresponde al grupo de composiciones poéticas aparecidas en Grecia después de la primera Cruzada, las cuales mezclan características bizantinas con otras de inspiración occidental evidente. En la tarea nada fácil de fundir elementos de dos civilizaciones tan diferentes, el desconocido autor del poema supo comportarse con moderación y gusto; no carece ni de fresca fantasía, ni de notable habilidad de composición. Por ello, podemos considerarle como uno de los poetas de más gusto en la Grecia bizantina. Beltandro, hijo del emperador de Bizancio Rodófilo, sintiéndose poco amado de su padre, decide partir para buscar mejor suerte en tierra extranjera, a pesar de que el emperador trata de retenerlo. Llega a Armenia a un espléndido castillo, el Erotokastron o castillo del Amor, penetra en él, y entre muchas cosas maravillosas, en el triclinio, ve un grupo de estatuas, entre la que se halla la suya, con una inscripción que dice que se ha enamorado de la hija del rey de Antioquía, Crisanza. Llega muy asombrado a presencia del dios del Amor, que le interroga, ordenándole escoger a la reina de la belleza, entre cuarenta muchachas. Beltandro, obedece y parte; llegado a Antioquía, se presenta al rey, y con estupor se da cuenta de que la hija, Crisanza, es precisamente la que él había elegido reina de la belleza.
Entre los dos brota inmediatamente el amor, pero surgen también las desgracias: una noche descubren a Beltandro cuando vuelve de una cita con la princesa y ésta, por salvarlo, debe hacer creer al rey que el extranjero ha entrado porque está enamorado de una de sus damas, Fedrocaza. Consigue salvarlo tan bien, que Beltandro se casa con la dama, pero prosigue sus relaciones con la princesa, hasta que los peligros a que se ve expuesto le inducen a huir. Tras de muchas aventuras y de perder a Fedrocaza en el paso de un río, llegan a Bizancio, donde Rodofilo acoge con alegría a su hijo y le une con Crisanza. Beltandro es el modelo de caballero, bello y fuerte de cuerpo, y se adorna también con las más nobles cualidades: es valeroso, leal, ardiente y agudo. Crisanza tiene un carácter muy semejante al de las heroínas de las novelas bizantinas; es joven e ingenua, pero el amor la hace astuta y valerosa. Hermosa figura por su afecto y devoción, es Fedrocaza, que no vacila en arriesgar la vida para salvar a su señora del deshonor. Los propios nombres de varios personajes, y otros motivos, revelan en el poema la fusión de elementos occidentales y elementos griegos. Rodófilo equivale a Rodolfo, Beltandro a Beltrán. El Erotokastron, o castillo del Amor, es la copia de los «Chateaux d’amour» de la poesía francoprovenzal. El plan general de la obra, es de carácter puramente occidental, y la sustitución de Cri- santa por Fedrocaza recuerda fácilmente la de Isolda (v.) por Brangel (v.), junto al rey Marco (v.) en los «román» occidentales de Tristán (v.). Pero otros hechos (por ejemplo el concurso de belleza, práctica común en la corte de Constantinopla, la descripción de algunas costumbres, la de objetos, construcciones etc.) son completamente de tipo bizantino y justifican la afirmación de que los elementos griegos superan en gran medida a los de influencia estrictamente occidental. [Traducción anónima (Valladolid, 1501)].
A. Agnelli