Aventuras del Barón de Münchhausen, Rudolf Erich Respe

Éste es generalmente el título bajo el que se presentan, más o menos completamente traducidas y diversamente mezcladas, dos obras alemanas: una de Rudolf Erich Respe (1737-1794) escrita en in­glés y publicada en 1785: Historia de los maravillosos viajes y de las campañas de Rusia del barón de Münchhausen [Barón Münchhausen’s narrative of his marvellous Travels and Campaigns in Russia], la otra de Gottfried Bürger (1747-1794), que es una traducción y reelaboración de la primera: Maravillosos viajes por tierra y por mar, guerra y divertidas aventuras del barón de Münchhausen [Wunderbare Reisen zu Was- ser und zu Lande, Feldzüge und lustige Abenteuer des Freiherrn von Münchhau­sen], publicada en 1786. El protagonista de las dos curiosas obras es histórico: un oficial alemán, Karl Friedrich Hieronymus, barón de Münchhausen (v.) (1720-1797), que tras haber guerreado con los rusos y contra los turcos en 1740 y 1741, se estableció en Hannover y se divirtió en contar a los amigos inverosímiles aventuras de guerra y de caza.

Respe recogió y ordenó estos relatos y Bür­ger les añadió un tono de sátira y de poe­sía, con que el personaje adquirió persona­lidad y vida. Es imposible resumirlos con brevedad; por otra parte todos saben que el bizarro barón, salió de un pantano en donde había caído agarrándose por los ca­bellos y tirando con todas sus fuerzas; que durante una nevada, ató el caballo a una especie de tronco de árbol que a la mañana siguiente, cuando la nieve se licuó, resultó ser la aguja de un campanario; que paseaba por el espacio montado en balas de cañón; que estuvo dos veces en la luna; que de sus tres criados, uno oía crecer la hierba, el segundo para no correr demasiado de­prisa debía de atarse a los pies pesos muy considerables, el tercero movía ruedas de molino soplando con un solo lado de la nariz, y cosas por el estilo. La poesía de tales narraciones reside en su absoluta in­verosimilitud, que elimina toda sospecha de afán mentiroso viniendo todo a ser un puro e inocente modo de fantasear; su gran humanidad reside en el descuido; en la in­agotable alegría de vivir del protagonista; en su desenvuelta y cordial familiaridad con la naturaleza, con los hombres y los animales que le rodean y su propensión a poner el absurdo al servicio de la justicia y de la alegría. Como ocurre con otros per­sonajes tan caros al corazón popular, el origen de la inspiración es una alegre ven­ganza de la libre fantasía, contra la opaca, pesada e inerte realidad.

U. Dettore

*    El tema fue tomado por el poeta alemán Karl Lebrecht Immermann (1796-1840), en su novela en cuatro volúmenes Münchhausen, publicada en Düsseldorf en 1838-39, que narra las aventuras de un noble westfaliano, descendiente del célebre Barón-Menti­roso. El nuevo Münchhausen, que se so­porta por sus agudezas y por su chispeante fantasía, está de huésped en el castillo del empobrecido barón de Schnickschnackschnurr, que con la vejez ya chochea, y con la hija de éste, Emerentia. Cuando sus lar­gas narraciones comienzan a cansar a sus oyentes, Münchhausen inventa el plan de una «sociedad anónima para la densifica­ción del aire» prometiendo éxitos fantásti­cos al viejo barón que a la larga se impa­cienta, exige un resultado, y entonces Münchhausen desaparece. El barón en un momento de locura furiosa, hace derruir el castillo lo cual produce el estupendo efecto de curarle de su chochez. En esta novela se entrecruza, con desarrollo autónomo, una graciosísima narración campesina que más tarde se publicó separada con el título de El Oberhof [Der Oberhof]. La fábula de este idilio es sencillísima.

El Oberhof es una vasta posesión del alcalde, Hofschulze, un campesino de Westfalia, que a menudo va a pedir consejo a Lisbeth, la hija adopti­va del viejo barón (la que, aunque todos lo ignoren, es hija de Emerentia y Münch­hausen, y que con inteligencia y natural habilidad ha salvado de la ruina, durante todos aquellos años, a los habitantes del castillo). Un joven noble suevo, el conde Oswald — que busca desesperadamente a Münchhausen para vengarse de una ofensa—, llega a esta región y creyendo herir un cabrito montés, hiere a Lisbeth. Afor­tunadamente la herida no es grave y los jóvenes se enamoran, casándose por fin. Símbolo de una época de intrigas y de incertidumbres en todos los campos, el mo­ral-social y el político-literario, Münchhau­sen, al que cada uno de los que le conocen interpreta de modo diferente, representa uno de los dos polos de la poesía: el espí­ritu sin barreras, la fantasía sin corazón. El polo opuesto se halla representado por el viejo alcalde Hofschulze, típico elemento popular en su forma más pura; esculpido rudamente, sin idealización alguna, un ca­rácter duro, vivo, lleno de vicios y de bue­nas cualidades. Este campesino se mueve siempre en la realidad, en tanto que Münch­hausen vive siempre en un mundo irreal, en um. continua evasión de la realidad, que para él existe sólo como miseria material.

En esta esfera de los sueños, acompañan al barón, la sentimental Emerentia y Buttervogel, el Sancho Panza de Münchhausen. Del mundo real de Hofschulze, participan también, viviendo y sufriendo, los hombres y mujeres de Westfalia. Entre ambas zonas, están colocadas las figuras de los amantes, la dulce niña expósita Lisbeth y el conde Oswald, cuyo amor forma la verdadera tra­ma de la novela, uniendo con una relación feliz el mundo campesino y el de Münch­hausen y la nobleza. En la narración rural del Oberhof, aparece por vez primera, tras las dulces estilizaciones de los idilios pas­torales del XVIII, el campesino en su rea­lidad viva: si bien un poco estilizado, el campesino de Immermann posee la marca original típica de la clase social a que per­tenece, demostrando con ello que en la ob­servación del pueblo podía encontrar la poesía una robusta y original fuente de re­juvenecimiento. La penetrante y aguda sá­tira con que Immermann azota la desolada desarmonía del mundo moderno, sátira a veces llena de alusiones a hombres y he­chos de la época para poder ser compren­dida sin comentarios, revela en algunos episodios especialmente (como la famosa historia de las cabras heliónicas contada por Münchhausen), un espíritu que deriva de Aristófanes. No sólo en la descripción del mundo espiritual donde viven Münchhausen y la nobleza, sino también en el mundo realista de los nuevos campesinos, se apre­cian por otra parte ciertos elementos fantástico-románticos. También en la forma se repiten algunas características propias de la literatura romántica (por ejemplo la sub­división de la novela está desordenada vo­luntariamente., porque comienza con el ca­pítulo 11.°, para justificarlo después con la correspondencia entre el tipógrafo y el poe­ta). Pero precisamente por estos residuos de adherencias al Romanticismo, la novela revela su importancia histórica, en cuanto que esos residuos constituyen la relación entre un mundo ya superado y una nueva concepción de la vida, más moderna y más sana.

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