Asvero, Edgar Quinet

Simbólica es la epopeya en prosa dialo­gada Asvero [Ahasvérus] de Edgar Quinet (1803-1875), publicada en 1833. Es una es­pecie de «misterio» moderno, inspirado en la tentativa de «reproducir algunas escenas de la tragedia universal que se representa entre Dios, el hombre y el mundo». Quinet expone su «sagrada representación» en cua­tro jornadas, separadas por tres intermedios y encerradas entre un prólogo y un epílogo.

En el prólogo, en el cielo, Dios anuncia a los ángeles que desea hacer una tierra mejor; entre tanto Gabriel y los demás ar­cángeles han de recoger de la vida los mayores testimonios de sinceridad y de nobleza espiritual. En la primera jornada se pasa de la creación del mundo al naci­miento de Jesús; muchas divinidades se disputan el dominio del mundo, pero una tras otra — gigantes, titanes, monstruos — son vencidos por una fuerza poderosa, hasta que, después del efímero triunfo de la ciudad de Oriente, Jerusalén da al mundo una nueva luz. En la segunda jornada asis­timos a la escena culminante del misterio: Cristo en la pasión pide ayuda a Asvero, pero es rechazado; le dicta entonces su eterna condena; su nombre de Judío errante aparece sobre su casa, una oscura maldi­ción le persigue, y empieza su tormento. Con la invasión de los bárbaros contra el Imperio romano termina esta apocalíptica visión de una terrible venganza divina. En la tercera jornada, Asvero, que va errando de tierra en tierra, se encuentra con Mob (la muerte) que, no pudiendo privarle de la vida, hace escarnio de todos los ideales y se burla de la nobleza del corazón, mien­tras Raquel, un ángel que se ha transfor­mado en mujer para llevar la esperanza a los hombres, le consuela y le ama. En la cuarta jornada se representa el Juicio Final: en el valle de Josafat comparecen incluso Asvero y Raquel.

Pero Cristo com­prende el drama del desgraciado y le ben­dice como peregrino de los mundos veni­deros y como segundo Adán. En el epílogo queda nuevamente decidida la salvación del desdichado, símbolo de la humanidad en su camino de sufrimiento : es el hombre eterno que combate y no desespera, porque en el tormento ha conocido su redención. El valor simbólico de la obra no la salva de parecer hinchada y carente de verdadera estructura; pero por algunos episodios fuer­temente satíricos y densos de amarga ironía contra’ la hipocresía social , mereció ser apreciada como contribución a la lucha por el progreso y la liberación de toda servidumbre. Algunas páginas, «Los apun­tes del Judío errante» [«Les tablettes du Juif errant»], añadidas y divulgadas en las sucesivas ediciones de Asvero, indican las experiencias hechas por el peregrino mal­dito en las diversas ciudades y países del mundo y, junto al desengaño producido por la civilización, hacen más clara la inter­pretación que Quinet da al personaje frente a las obras de Goethe y Hamerling, con su concepción de una humanidad siempre em­peñada en su calvario hasta la redención.

C. Cordié