Amarilis, Lope de Vega

Obra de Lope de Vega (1562- 1635), cuyo tíulo íntegro es Egloga a Ama­rilis (1632), publicada en La Vega del Par- sano (1637). Lope en ella poetiza sus amores con Marta de Nevares, casada con Roque Hernández, a quien había conocido en 1616. A finales de este año escribía al Duque de Sessa: «Yo estoy perdido, si en mi vida lo estuve, por alma y cuerpo de mujer, y Dios sabe con qué sentimiento mío, porque no sé cómo ha de ser ni durar esto, ni vivir sin gozarlo». Estos amores de Lope nos son conocidos con todo detalle por sus cartas en prosa, conservadas por el Duque de Sessa, y por su Egloga. Doña Marta de Na- vares, casó muy joven con el mercader Ro­que Hernández. Si hacemos caso a Lope, ella reunía todas las perfecciones imaginables, desde una belleza excepcional a una inteli­gencia sobresaliente: «Si vuesa merced hace versos se rinden Laura Terracina; Ana Bins, alemana; Safo, griega», etc. En la Egloga a Amarilis nos dirá algo semejante: «No tu­vieran contigo, Fénix rara, / las armas y las letras diferencias, / ni estuvieran por Venus, tan hermosa, / quejosa Juno y Palas envidiosa.»

La felicidad de los aman­tes no duró mucho tiempo, a pesar de su hija Antonia Clara (que tanto amaba Lope) y de haber enviudado doña Marta, puesto que Amarilis, después de grandes sufrimien­tos, quedó ciega: «y así la miro / ciega y hermosa, y con morir por ella, / con lás­tima de verla me retiro, / por no mirar sin luz alma tan bella.» Sin embargo, el des­tino guardaba aún para los amantes un nue­vo dolor: al poco tiempo de quedar ciega, Marta de Navares perdió la razón y «curio­sa los vestidos deshacía, / y otras veces estúpida imitaba, / el cuerpo en hielo, en éxtasis la mente, / un bello mármol de escultor valiente.» Finalmente, murió el 4 de abril de 1632, y a su muerte «lloró cuanto es amor, hasta el olvido / a amar volvió, porque llorar pudiera, / y es la locura de mi amor tan fuerte, / que pienso que lloró también la Muerte.» La Egloga (en la que intervienen tres pastores, Olimpio, Silvio y Elisio, que es Lope) es uno de los ejemplos más bellos de ese tipo de poesía en la que Lope sublima una cir­cunstancia personal y logra comunicarnos su honda pena. Como es lógico, Lope añade encantadores detalles comunes al género eglógico y descripciones bellísimas, en al­gún momento teñidas de ligero cultismo.

J. M. Blecua