El poeta bávaro Ludwig Thoma (1867-1921) llama a esta novela suya, publicada en 1918, «una alegre historia de verano»; es en verdad resplandeciente de brío, del humorismo sano y picaresco, propio del aldeano bávaro, que el autor, abogado rural durante algún tiempo, conoció a fondo, con todas sus virtudes y todas sus malicias, y supo describir con pintoresca eficacia en su arte satírico. A un comerciante de Altaich, pueblecito de la alta Baviera, se le ocurre hacer propaganda de su pueblo en todos los periódicos como lugar ideal de veraneo y, venciendo muchas resistencias, consigue conquistar para su plan al rico tabernero y a otras notabilidades del pueblo. Unos cuantos forasteros pican y se dirigen allí para veranear. La descripción de estos tipos singulares y de sus aventuras constituye la deliciosa esencia del libro.
Uno es el buen empleado, que quiere gastar poco y a la vista de las abundantes raciones y de los precios módicos se imagina en Jauja y mira de mala manera a los demás huéspedes, que podrían hacer subir los precios. O el ex-oficial austríaco, elegante pero algo tronado, siempre perfecto caballero. Y una familia de pequeños burgueses berlineses, admirablemente retratada: padre, madre e hija, llenos de pretensiones. Los estragos que la hija hace en los corazones de los veraneantes y habitantes del lugar, la cómica charla del padre, el orgullo de la madre, y toda la serie de aventuras que se enlazan con la aparición de dichos huéspedes, son motivo de sátiras vivaces y geniales. Luego, las conversaciones en la habitación de servicio entre el viejo criado y el carretero es una de las cosas más conseguidas de la novela, porque Thoma se encuentra aquí en su propio elemento y posee un dominio perfecto del dialecto y los modos de pensar de aquellas gentes. Aquí y allá se insertan descripciones de la naturaleza como pequeñas y graciosas acuarelas realistas.
C. Baseggio y E. Rosenfeld