Agricultura de Columela

[De re rusticaJ. El más vasto tratado agronómico que la antigüedad nos ha trasmitido con este título es el de Junio Moderato Columela (siglo I d. de C.), español de Cádiz, con­temporáneo de Séneca. Se trata de una obra en prosa — salvo el décimo libro compuesto de 430 hexámetros de imitación virgiliana, técnicamente bien hechos, aunque muy inferiores a su modelo —, en 12 libros de­dicados a un propietario, Silvino, cuyas tie­rras lindaban con las del autor: es proba­blemente la segunda edición muy ampliada de una obra menor en tres a cuatro libros sobre el mismo asunto, de la cual ha llega­do hasta nosotros la parte «de los árboles», correspondiente a los libros III-V de la obra mayor. Ésta, a su vez, si hemos de juzgar por los proemios de cada libro, y por mu­chas desigualdades en la disposición del conjunto, se publicó sucesivamente en par­tes separadas.

Después de un proemio en el que expone su intento de proporcionar ins­trucciones útiles para la agricultura — cien­cia tan indispensable como descuidada — y dar una lista de las principales fuentes grie­gas y romanas, Columela comienza su tra­tado, discutiendo en el primer libro cues­tiones generales referentes a la tierra; en el segundo trata del cultivo de los campos; en el tercero y en el cuarto del cultivo de la vid; en el quinto de los árboles frutales, en el sexto y en el séptimo, de la cría del ganado; en el octavo, de las aves y de los peces; en el noveno, de las abejas; en el décimo (escrito en verso, cediendo a las exhortaciones de Gallión y de Silvino), de los jardines, como complemento de las Geórgicas (v.) en las cuales Virgilio no trató, cosa que él lamentaba (IV, 148), de este asunto; en el undécimo y el duodé­cimo, respectivamente, de las obligaciones del labrador y su esposa. Entre las fuentes, que cita al principio de su obra y de cuando en cuando en cada uno de sus pasajes, para confirmarlas o disentirías, Columela se sirve de las obras de los escritores técnicos que le han precedido, en su mayor parte lati­nos, y sobre todo de las Artes (v.) de Celso. Se vale, además, de tratados particulares acerca de los distintos temas, como los de Julio Atico y Grecino acerca del cultivo de la vid; y, en los libros undécimo y duodé­cimo, del Economico (v.) de Jenofonte en la traducción de Cicerón. El tratado De la Agricultura tiene, por lo tanto, importan­cia también en cuanto nos proporciona tes­timonios notables de obras perdidas.

En conjunto, Columela ha compuesto una obra original, aceptando o refutando con su ex­periencia todo lo que sus precursores ha­bían transmitids, como él mismo lo afirma al final del segundo libro. La obra va diri­gida a los agricultores, lamentando el autor que sean ya todos esclavos; y tiene un pro­pósito práctico; pero sin que en éste se des­cuiden del todo los problemas técnicos y científicos. La obra revela cierto calor de sentimiento, cuando el autor expresa su amor por la agricultura y la vida sencilla, y su añoranza de los tiempos antiguos. En cambio, es poco feliz la construcción del conjunto, al cual el autor no ha sabido dar unidad total, ni evitar las repeticiones y la monotonía o la falta de conexión en el tránsito de un tema a otro. La forma es sencilla, propia del fin didáctico que el autor se propone, pero sin echar en olvido los ornamentos retóricos, como la «variatio», la aliteración, la litote, con cierta re­busca de formas poéticas o arcaicas. La obra de Columela no tuvo mucho éxito en­tre las generaciones siguientes, sino que sólo sirvió de fuente, y a menudo ni si­quiera la principal, para obras técnicas como las de Plinio, Gargilio, Marcial y Palladio. [Trad. española de J. M.a Álvarez de Sotomayor y Rubio (Burgos, 1824, y Ma­drid, 1879).]

C. Schick