Este personaje, alrededor de cuyas aventuras gira la novela mejicana Los de abajo (v.), de Mariano Azuela (1873-1952), era un «ranchero» de Limón, cerca de Moyahua, tenía un poco de tierra de cultivo, algunas vacas, la mujer y un hijo; «nada me faltaba», decía.
Una vez por semana bajaba al pueblo con los demás «rancheros»: oían misa, hacían sus compras, con los suyos bebía en la taberna y alguna vez hasta armaba un poco de alegre batahola; no obstante «todo está bueno, porque no se ofende a nadie. Pero que comienzan a meterse con usté; que el policía pasa y pasa, arrima la oreja a la puerta; que al comisario o a los auxiliares se les ocurre quitarle a usté su gusto… ¡ Claro, hombre, usté no tiene la sangre de horchata, usté lleva el alma en el cuerpo, a usté le da coraje, y les dice su justo precio!… Pero hay veces que quieren hablar ronco y golpeado… y uno es lebroncito de por sí… y no le cuadra que nadie le pele los ojos… Y, sí, señor; sale la daga, sale la pistola… Y luego vamos a correr la sierra hasta que se les olvida el difuntito».
Hasta aquí el principio: un hombre fuera de la ley, que se junta con otros como él; nace así un grupo que puede contar con la simpatía de la población rural y practica un bandidaje en cierta manera defensivo. Esta simpatía confiere ya, no obstante, un vago contenido social a la lucha contra las milicias de un gobierno generalmente odiado. Es el fundamento de la transformación del bandidaje en guerrilla dentro del cuadro de la revolución en marcha (nos hallamos en el tiempo de Pancho Villa); sus acciones expresan el exacerbado sentimiento revolucionario de un pueblo oprimido y explotado; las pequeñas bandas son absorbidas por otras mayores y sus jefes se convierten en coroneles y^ generales.
Así es como el grupo de Macías llega a encontrarse en un cierto momento luchando junto a las fuerzas del general Natera y a las órdenes de Pancho Villa; y, de igual modo, el mismo Macías se ve elevado de proscrito a jefe revolucionario. Si fuera posible, volvería de buen grado a su pedazo de tierra, reconstruiría su «rancho» incendiado y reharía su familia y su vida pacífica; pero así como antes debió luchar para defender su libertad, ahora sigue combatiendo por lo mismo que una roca despeñada va cayendo por el precipicio: no puede detenerse hasta haber alcanzado el fondo.
La novela de Azuela es la narración completa de la revolución mejicana revivida no por las figuras históricas, las cuales aparecen solamente como fondo, sino por la gente del pueblo, Los de abajo; manifestaciones genuinas y destacadísimas de ello son Macías y sus compañeros: Venancio, Anastasio, Camila, el «güero» Margarito, la Pintada, el «curro» Luis Cervantes (v.), el intelectual’ Solís (v.), etcétera.
A. Dabini