[Die klassische Kunst]. Obra del historiador suizo del arte. Heinrich Wölffiin (1864-1946), publicada en Munich en 1899. Es una introducción al arte del Renacimiento italiano y en particular a la pintura y a la escultura florentino-romanas en el período comprendido aproximadamente entre el 1500 y el 1525 («Hochrenaissance»), durante el cual las bases y los motivos estilísticos del arte del siglo XV llegan según el autor a plena madurez^ y hallan una perfecta y clásica elaboración. En la primera parte del libro, Wölfflin se ocupa, casi exclusivamente, de unos pocos artistas de primerísimo plano —Leonardo, Miguel Ángel, Rafael, fray Bartolomeo., Andrea del Sarto — y examina sus obras mayores y más significativas. En cada uno de sus análisis, el interés del crítico se aplica con preferencia sobre elementos formales: sobre los valores de movimiento y espacio, sobre la estructura interior y la articulación plástico-dibujística de las figuras, y sobre sus relaciones recíprocas y nexos de composición.
Frecuentes referencias a representaciones de temas y asuntos análogos en el período precedente aclaran con mayor evidencia la novedad de las soluciones del XVI. Un capítulo final va dedicado a la actividad final de Miguel Ángel, quien habiendo sobrevivido a sus colegas y rivales acaba por dominar él solo en el ambiente artístico de la Italia central: de la difusión y la generalización de su personalísimo estilo parte la decadencia con los vacíos ejercicios formales de los manieristas. La segunda parte de la obra trata, de modo sistemático, de las premisas y los caracteres generales del gusto figurativo del siglo XVI. Viendo en la reposada gravedad, en la «serenidad clásica» la nota dominante del gusto de la época, Wölfflin atribuye a una transformación general de costumbres y de ideas con respecto al siglo XV la preferencia por el gesto solemne, por las actitudes mesuradas, por un nuevo y solemne ideal de belleza corpórea y de sólida monumentalidad; en este sentido, El cortesano (v.), de Baldassar Castiglione, con sus normas de etiqueta y de moderación, es el código del arte del segundo Renacimiento. Con todo, sólo en parte puede ser éste explicado como el reflejo de un renovado clima espiritual; en efecto, sus caracteres estilísticos más íntimos y esenciales — como la multiplicidad y la riqueza de los motivos, encerrados en configuraciones formales de la mayor claridad y sencillez; su riguroso centrado de todas las partes de la composición, obtenida por ejemplo con los esquemas y agrupaciones en triángulos y en pirámides que Leonardo fue el primero en usar — son elementos «inexpresivos» por sí mismos, esto es comprensibles sólo en el ámbito de un desarrollo «óptico» de naturaleza puramente visual.
Discípulo de Jacob Burckhardt, Wölfflin le sigue tanto en la manera de entender el siglo XV («Frührenaissance») como mero encaminamiento y preparación para el período áureo del siglo XVI (v. Cicerone), como en rechazar el concepto del arte en cuanto expresión integral de una civilización y en mantener firme la autonomía de la obra del artista como creación formal. En el Arte clásico la posición teórica de este escritor no aparece bien definida, como lo estará en los libros sucesivos (v. Conceptos fundamentales de la historia del arte); con todo, a su parcial y limitada adhesión a los principios estéticos de la Einfühlung (por la cual el arte sería la objetivación de una experiencia corpórea subjetiva) se opone ya en esta obra una decidida orientación hacia la teoría de la pura visibilidad. Las ideas de Fiedler (v. Escritos sobre arte), acerca de la actividad productiva del ojo del artista, hallan en el libro de Wölfflin una aguda aplicación y un desarrollo personal: muchos de sus análisis — como el de la Cena de Leonardo, el de la bóveda de la Sixtina, de los frescos vaticanos y de las Madonas de Rafael— siguen siendo ejemplares hoy, con todas sus limitaciones.
G. Dell Acqua