[L’Asia]. Obra histórica del padre Daniello Bartoli (1608-1685) publicada en Roma en 1650; forma parte de la Historia de la Compañía de Jesús (v.) y está dividida en ocho libros. Después de haber descrito las primeras tentativas portuguesas de circunnavegación de África y el feliz viaje de Bartolomé Díaz y luego el de Vasco de Gama hasta las Indias Orientales en 1498, el autor presenta la primera misión de la Compañía en aquellas tierras lejanas: diez Padres, aprobados por Paulo III, marchan bajo la guía de Francisco Javier, uno de los primeros nueve compañeros de San Ignacio de Loyola y Nuncio Apostólico de la nueva empresa.
Después de muchas aventuras, se dirige a Goa y va siguiendo la costa de la Pesquería (llamada así por la pesca de perlas, alrededor de lo que actualmente es Cochín y Bombay), para convertir a los infieles con la protección de los colonizadores portugueses; penetra en la India, realiza diversos milagros, y va a Japón y a China, hasta que muere tras dura enfermedad. Sepultado en yeso, su cuerpo, pasados tres meses, es llevado intacto a Malaca y con un nuevo milagro libera al lugar de la peste. Bartoli, a lo largo de la narración hagiográfica, pero empleando para los nombres la transcripción italiana, habla también del padre Gaspar Berceo que por orden de Javier va a Ormuz a discutir con los mahometanos, y después al Japón. A continuación están descritas nueve vidas de Padres: Melchor González, Pablo Valle, Alejo Madeira, Manuel Morales, Luis Méndez (muerto por los infieles), Nuño Ribeiro, envenenado en Amboino, Alfonso Castro, martirizado, y otros. De modo particular están exaltadas las admirables obras de los padres Diego Magalañes y Pedro Mascareñas. Notable es la actividad del padre Antonio Quadros que publica las constituciones de la India y, en Japón, de los padres Baltasar Gago y Juan Fernández. En las islas japonesas, los comienzos son duros, pero lentamente los esfuerzos de los padres hacen triunfar la fe.
Siguen varias narraciones relativas a los beneficios particulares de la difusión del Cristianismo, especialmente del padre Cosme Torres que en 1570 muere dejando una colectividad de treinta mil cristianos con cincuenta iglesias y el ejemplo de numerosos mártires; se había dirigido precisamente a Japón, acompañando a Javier, pronto canonizado, junto con Juan Fernández. La amplia obra de Bartoli, subdividida en varios sectores según la cronología de las misiones de la Compañía y en particular las aventuras biográficas de los distintos padres, puede considerarse como una recopilación de vidas, de viajes y de empresas que, más que a las reglas de la historia, se adapta a los criterios de la retórica y de la hagiografía. Esta obra, continuada en 1660 con los cinco libros del Japón y en 1661 con los cuatro de China, muestra una mezcla de la propaganda religiosa, grandilocuente y a menudo bien combinada en los distintos detalles, y del arte, con cuadritos vivaces; descripciones de lugares lejanos y casi fabulosos, y de pueblos deformados por la fantasía popular, y considerados impíos y salvajes. Forman parte del estilo peculiar de Bartoli también en esta Asia «descrita» por él, la afición a lo macabro y a lo terrible, especialmente en las catástrofes y milagros, y el sentido completamente barroco de lo grandioso en las empresas marineras: motivos, también éstos, de colorismo eficaz y plenamente entonados a los refinamientos de un estilo ornamental.
C. Cordié