[I capricci del Bottaio]. Obra de Giovan Battista Gelli (1498-1563), publicada incompleta en 1546, y editada de nuevo con ampliaciones en 1548. El autor finge que los «razonamientos» del Botero con su alma fueron copiados por un sobrino del mismo protagonista, cierto seor Bindo, notario, que vivía en una habitación contigua a la de su tío. Son diez divagaciones filosóficas sobre distintos temas: una por cada mañana. En el primer razonamiento, el alma, presentándose a Giusto, explica que ella es una cosa, y el cuerpo de él otra, y que las dos juntas forman el tal individuo llamado Giusto, botero en S. Pier Maggiore. Para hablar más fácilmente con su cuerpo se desprenderá de él en su parte intelectiva fantástica. En el razonamiento que sigue, se trata del problema de la muerte, que, según el alma, no es un mal, y se explica que también el aire es un cuerpo, pero más sutil que los demás. En el tercer razonamiento, el alma demuestra que ella también es incorpórea y que se encuentra en el cuerpo para acoger, a través de él, todas las experiencias necesarias para alcanzar la verdad; y lamenta que Giusto la descuide siempre. El cuarto razonamiento se desarrolla en torno al uso de la lengua; y se alaba la vulgar, como natural derivación del latín ahora ya en decadencia, y se censura la costumbre de los literatos de hablar griego. A la quinta mañana, después de algunas observaciones sobre la insaciabilidad humana, se discute acerca de la manera con que los latinos supieron impedir la temida invasión del idioma griego; hasta que todos, muy pronto, y en todos los países, hablaron latín.
De la misma manera los toscanos tuvieron que luchar por el vulgar, y vencer. El sexto razonamiento trata el problema de la inmortalidad del alma y de la unión de la misma con el cuerpo; el alma concluye afirmando que las teorías aristotélicas son erróneas, y sostiene la verdad de la teoría de Platón. El séptimo está dedicado al cuerpo, a la higiene, a la alimentación, al vestuario y a los cuidados y a los deberes de la vejez. El octavo constituye un minúsculo tratado de sabiduría práctica. En el noveno, el alma explica al botero, que se queja de su vejez, que el tiempo no es sino una creación de la mente humana, una medida establecida para calcular los movimientos de las estrellas, y que los números fueron creados para enumerar los distintos objetos. El décimo, por fin, termina con un elogio de la vejez, considerada como la edad más apta para el mando, más sabia, más reflexiva, más llena de experiencia. La conclusión general de la obra es que los sentidos tienen que inclinarse ante la razón. Los Caprichos de Gelli son una de las más vivas manifestaciones de la prosa italiana del siglo XVI, y si no pueden ambicionar, y en efecto no lo desean, la rigurosa calificación de obra filosófica, son por otra parte significativos, puesto que representan una reacción contra el prejuicio retórico que difundió el Humanismo. Gelli, recogiendo con intenciones más modestas el programa formulado en el Convivio (v.) de Dante, se propone hacer una útil obra de vulgarizador, contra la vanidad retórica de los eruditos que aprisionaban, agotándola, la sublime riqueza de la cultura en las inmóviles y frías formas de un idioma muerto. Los Caprichos fueron también sospechosos de herejía, y Gelli hizo por ello una pública retractación.
E. Allodoli