[Les amours et nouveaux eschanges des pierres precieuses, vertus et proprietez d’icelles]. Obra didáctica francesa de Remy Belleau (1528-1577), constituida originariamente de veintiuna poesías y un discurso en prosa sobre las piedras preciosas, en la edición de 1576, y, a continuación, de composiciones añadidas según las intenciones del artista. Tras la dedicatoria al rey Enrique III y algunos versos en alabanza del autor, escritos por amigos (son notables los dísticos latinos de Daurat), el Discurso desarrolla la materia del libro. Algunos modernos, obrando mal, descuidan la fuente de verdad y de belleza que hay en la ciencia de las piedras; en cambio, cuantos indagan las influencias de las estrellas y la propiedad de la naturaleza precisan el poder del «gran Dios que ha encerrado divinamente tanta belleza y perfecciones» en criaturitas como las gemas. La materia de las piedras, el color, los defectos y sus diferencias son el argumento del trabajo: la versificación elegante convida a acercarse a conocimientos tan apreciables. El poeta evoca los mitos de cada piedra; a cada una dedica una poesía. Así, para la amatista, habla de los amores de Baco y de Amatista, para el crisolito recuerda el amor de Jacinto, y para el ópalo el de Iris. Belleau se complace en el mundo antiguo con esbozos ligeros y garbosos: se advierte en él a un lector de Virgilio y de Ovidio, adiestrado con la finura decorativa de la Pléyade.
Cada elemento clásico se presta a una narración laudatoria, inspirada en la idealización humanística de San» nazaro y de Pontano. En bellas formas, incluso la materia erudita de los antiguos lapidarios medievales se convierte en elegante descripción, en una mirada asombrada ante las bellezas de la naturaleza. Otras veces la piedra preciosa es un incentivo a la galantería para la dedicatoria de una poesía que toma pretexto, por ejemplo, del coral, para cantar a la duquesa de Guisa, o del ágata para rendir homenaje a la señorita de Surgéres, la dulce criatura a quien Ronsard, en los Amores (v.) dedicó los famosos «Sonetos para Elena». Cristal, ónix, jaspe y otras piedras, son cantados por el poeta como delicadas variaciones sobre un tema único: el de exaltar la bella variedad del universo y el esplendor de la naturaleza. La recopilación demuestra la pericia de un maestro del estilo, digno de la fama que rodeó a Belleau en la sociedad culta de su tiempo; sin embargo, algunas poesías coleccionadas en la Pastoral (v.) debían conservar mejor, para la posteridad, la voz del poeta.
C. Cordié