[La crise de la conscience européenne: 1680-1715]. Título de la obra de Paul Hazard (1878-1944) más conocida aún fuera del círculo de los investigadores especialistas, puesto que es la obra con la que el autor quiso aprovechar su erudición y sus numerosos estudios particulares para dibujar un extenso cuadro psicológico del movimiento intelectual del que precisamente nacieron los ideales y la mentalidad de la moderna civilización europea.
Según Hazard, la obra de los grandes innovadores Galileo, Bacon y Descartes, a causa de su permanencia durante algún tiempo dentro de los límites de la pura especulación y de la ciencia pura, no ejerció una inmediata influencia psicológica. Más tarde, en pleno siglo XVIII, cuando se intentará aplicar el método críticorracionalista de la filosofía y de la ciencia a todas las disciplinas y a todos los campos de la actividad humana, la revolución se lleva a cabo y nos encontraremos en la plenitud de la Ilustración (v.). Pero el paso decisivo de la teoría científica a la práctica social — el período de verdadera «crisis» que sustituirá a la clásica idea de «estabilidad», la idea moderna del «movimiento» y del «progreso», fenómeno espiritual extenso y complejo, mucho más grávido de consecuencias y rico en ideas que el mismo racionalismo dieciochesco —, hay que situarlo a fines del XVII y principios del XVIII. Este período lo considera dividido en cuatro partes: la primera de las cuales («Las grandes transformaciones psicológicas») aclara precisamente la crisis del Clasicismo y toma como símbolo la figura de Pierre Bayle, el desinteresado investigador, tan rico en curiosos conocimientos, del Diccionario histórico. La segunda parte («Contra las creencias tradicionales») pasa revista a los comienzos del Racionalismo: Fontenelle con los oráculos y los cometas, Richard Simón y la exégesis bíblica, la lucha de Bossuet, Leibniz y el fracaso de la unión de las Iglesias. La tercera («Intentos de reconstrucción») trata del empirismo inglés, del deísmo, del origen del derecho natural, de una nueva moral social y del afianzamiento de las ideas de progreso.
Finalmente, la cuarta parte («Los valores imaginativos y sensibles»), intenta llevar audazmente la investigación al campo de la más profunda psicología, y se apoya sobre todo en la obra de Vico. Es fácil notar una desvalorización de la idea protestante, que para Hazard resulta menos importante mientras es teológica y dogmática, y empieza a dar sus frutos más interesantes tan sólo en lo que se refiere a la formación y profundización del espíritu «libertino». El tratado, a pesar de conceder mayor espacio a las cosas de Francia en general, abarca en realidad toda la Europa de su tiempo, y es entonces cuando el autor recoge los frutos de su vastísima cultura de «italianista» y de investigador de literaturas comparadas. No todos los puntos de vista son originales: Hazard, si bien para lo que respecta al pensamiento francés se atiene sin duda alguna al más puro Lanson (v. Historia de la literatura francesa), se vale además de los trabajos y de los resultados de una gran cantidad de investigadores, los cuales, por otra parte, menciona en una sobria y utilísima «bibliografía razonada»; pero le cabe como gran mérito personal el haber sabido coordinar todos estos materiales en una visión de conjunto de innegable interés. [Traducción de Julián Marías (Madrid, 1941)].
M. Bonfantini